A propósito de Uber y de ponerle puertas al campo



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Son muchos los que han festejado como una victoria las medidas cautelares contra Uber. Es verdad que es una batalla ganada, pero tal vez la euforia del momento haga perder la perspectiva.

Recordemos quienes son los principales accionistas de Uber: Goldman Sachs y Google. El primero no destaca precisamente por ser un recién llegado y si ha invertido en esta empresa es porque algo ha visto en ella. Pero lo esencial, si somos capaces de unir algunos cabos, está en Google.

Google lleva más de tres años probando su coche sin conductor por varios Estados de EEUU. Fundamentalmente, ha circulado por California, Florida y Nevada porque son de los pocos lugares donde la Legislación permite la circulación de un coche totalmente autónomo, aunque con matices ya que han obligado a Google a incorporar un volante y controles manuales para darle el visto bueno. El modelo final sigue siendo igualmente autónomo pero el usuario puede asumir el control si así lo decide.

Y no ha tenido ni un solo accidente circulando como un coche más. Nada menos que 500.000 kilómetros por carreteras públicas sin accidentes.

Algunos países europeos ya han tomado nota de esto. El Gobierno de UK ha anunciado que en los primeros seis meses de 2015 modificarán su legislación para permitir un programa piloto de coches autónomos por varias ciudades, ciudades que deberán convertir a IP todos sus elementos de control semafórico, detectores y sensores varios.

Y no son solo Google y las empresas tecnológicas. BMW, Toyota, Audi, Mercedes, Nissan, Volvo, Tesla,... llevan años trabajando en proyectos similares. De hecho, Audi acaba de batir una marca al llegar con su prototipo a 240 km por hora de forma totalmente autónoma, eso sí, en un circuito cerrado. Pero ha completado el circuito más rápido que un piloto profesional y sin ningún incidente.

Tampoco es algo a muchos años vista. Singapur ya está ensayando coches totalmente autónomos de Mitsubishi para el servicio de transporte de personas.

De momento operará en algunos trayectos predefinidos, quizá más parecido a un tranvía que a un taxi, pero desde enero de 2015 ya es una realidad. Un 2015 en el que verán la luz el modelo definitivo de Google y también el de Tesla que según Elon Musk será completamente autónomo a un 90%.

Ahora unamos un poco las piezas...

No conozco a detalle la estructura de costes en el negocio de un taxista pero parece razonable pensar que la mano de obra, su sueldo en definitiva, es una parte significativa del mismo. Y Uber, a nada que sean un poco listos sus estrategas, que parece que lo son, tiene en la palma de su mano dar un golpe de efecto eliminando esa partida. Los pseudo taxistas de Uber pueden ser para ellos un mal necesario temporal del que podrían prescindir en el futuro. Puede que esté ahí el interés de Google en el proyecto.

Es verdad que aún no es una tecnología de aplicación inmediata y que además de la tecnología en sí hay que hacer cambios normativos para aclarar a quien multar por incumplir una norma de tráfico o quien debe responder en caso de un siniestro, si el propietario del vehículo, el pseudo-conductor o la empresa fabricante del software. Países como EEUU o UK ya lo están haciendo.

Por eso, tal vez no sea mala opción táctica prohibir Uber en tanto en cuanto no se aclare la situación laboral de sus trabajadores y su situación fiscal en el Estado en el que opera, pero siempre que al mismo tiempo seamos capaces de mirar un poco más allá y diseñar un escenario a diez años vista impulsando la tecnología. Es eso o que dentro de no mucho veamos como una empresa tecnológica venida de fuera nos levanta la cartera en un sector tras otro. Lo primero, lo de prohibir, ya está en marcha. Toca trabajar en lo segundo.


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