¿Qué hay de nuevo en Uber?



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Resulta curioso observar como una pequeña startup tecnológica como Uber es de repente conocida en medio mundo. Los publicistas pagarían fortunas por eso y sin embargo, al menos visto desde fuera, esa repentina visibilidad en los medios parece un tanto incontrolada, ¿o tal vez no?

¿Qué tiene Uber de realmente novedoso como para aparecer en todos los medios de comunicación? Hagamos un pequeño repaso.


Permite compartir coche. Realmente no es así. Uber no está orientado a la compartición de coche. De hecho, aunque así fuera, eso ya está bastante trillado. Hace apenas tres años, en el 2011, no había ayuntamiento que no tuviese en su web un sitio reservado para compartir coche bajo el paraguas de la eficiencia energética y de la optimización del tráfico. Para comprobarlo basta con buscar compartir coche ayuntamiento.


Permite optimizar del tráfico. Tampoco. Que se sepa, los coches de Uber no ayudan a mejorar el tráfico y aunque así fuera tampoco habrían sido novedosos en eso. Nuevamente, abundaban las Administraciones Públicas que hace no más de tres años se apuntaban a esa moda creando carriles bus-vao para coches en los que había más de un pasajero. La parte cómica de estas normas estaba en que surgieron de la nada conductores que disfrutaban viajando con un maniquí en el asiento del copiloto.


Permite hacer todas las gestiones por la web. Pues tampoco Uber es novedoso en eso. Desde hace muchos años existen webs de empresas y asociaciones que permiten hacer uso de coches compartidos que, en ocasiones aunque no siempre, son un eufemismo de un servicio de transporte maquillado con una suave capa de gestión comunitaria. Algunos ejemplos son compartir.org, respiro car sharingamovens, carpooling y muchas otras.


Entonces, ¿qué hay realmente novedoso en Uber? En mi opinión, dos cosas.


Primera: Mercado local de ámbito global

La cultura web ha cambiado muchos paradigmas de gestión. Por ejemplo, ha revolucionado el marketing mezclando las campañas de masas y las campañas one to one porque la cantidad de información que voluntaria o involuntariamente dejamos por la web permite que las empresas diseñen campañas completamente personalizadas no importando si el público objetivo son diez personas o mil millones.

La siguiente revolución parece ser la forma de abordar los mercados. Hasta ahora teníamos mercados de nicho y mercados globales. Es cierto que existían aplicaciones similares a Uber pero muchas de ellas eran de nicho, para una ciudad o incluso un país, con lo que una persona debía usar una app diferente dependiendo del lugar donde estuviese. Sin embargo, Uber da el siguiente paso y crea la aplicación a nivel global, es decir, uniendo infinitos mercados de nicho para crear un mercado global. Ya no hay una aplicación para los taxis de Bilbao, otra distinta para Nueva York y una tercera para Londres. Simplemente hay una app global. Es exactamente lo mismo que ha hecho airbnb con el alquiler de viviendas y la extrapolación futura a otros segmentos y mercados parece evidente.

Algunos le llamarán a esto globalización de servicios, muy en línea con la Directiva de Servicios del Mercado Interior de la UE pero aún a mayor escala.


Segunda: El poder de la movilidad

La movilidad es la herramienta que permite que todo esto sea posible. Uber no tendría ninguna opción si para poder reservar un taxi necesitásemos acceder a Internet por un medio de escritorio tal que un PC, porque la mayor parte de las veces que necesitamos un taxi estamos en la calle. Un negocio como Uber sería simplemente imposible hace tres años.

Los smartphones han roto esta barrera y Uber ha llegado en el momento exacto; su proyecto sí es movilizar (eufemismo de reinventar gracias a la tecnología) un negocio ya existente.


Y una consecuencia, la pérdida de referencia del valor de las cosas. La economía del regalo

Los usuarios de la web, y no solo las nuevas generaciones, se han acostumbrado a la economía del regalo según la cual algunas cosas son gratis pese a que tienen un evidente valor y por tanto un coste.

Lo curioso es que parece que esa cultura está calando más allá de la web, como si quisiera salir de la pantalla de nuestro dispositivo.

Uber crea un modelo de negocio que en cierta medida incentiva la desregulación del mercado al igualar al taxista que pasa una inspección técnica más exigente, paga una licencia, un seguro de responsabilidad civil e impuestos, con otro trabajador que no hace nada de todo eso. Y quizá la pérdida de referencia en el valor de las cosas esté detrás de todo ello.

Puede que este cambio sea pasajero y también puede que no, que sea realmente una tendencia. Mientras lo descubrimos parece razonable proteger a los trabajadores afectados por competencia no demasiado leal.

Pero al mismo tiempo no olvidar que los accionistas de referencia de Uber son Google y Goldman Sachs y que su última ronda de financiación es superior al valor en bolsa de Hertz y Avis juntas, lo que le da cierta credibilidad. Por eso también sería sensato prepararse para el supuesto de que la tendencia se consolide, fomentando y ayudando al sector tecnológico local para que pueda innovar y algo de esa nueva riqueza se quede aquí. No olvidemos que Uber se lleva el veinte por ciento de toda la facturación y que su mercado es global.


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Levantando la mirada



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Mientras por algunos lares se discute sobre el horario de los centros comerciales y se aportan argumentos sociales y económicos a favor y en contra de una mayor apertura al público,

mientras se discute sobre cómo serán los supermercados del futuro, si los carritos de la compra serán smart e identificarán los productos que contiene para realizar sugerencias al cliente, o si el etiquetado de los productos tendrá tags RFID para que el proceso de cobro se realice en segundos y sin sacar las compras del carro,

mientras todo eso ocurre, hay quien tiene la visión necesaria para simplificar las cosas y hacerlo además innovando de forma masiva.

Apoyado en una tecnología tan simple como probada (códigos QR y un smartphone) los clientes de Tesco pueden comprar a cualquier hora del día, cualquier día de la semana, en un supermercado (casi) real. Y lo hacen de una forma tan sencilla y natural como apuntar con la cámara del smartphone a una foto a tamaño real del producto seleccionado. Todo, mientras esperan la llegada del metro en paneles que simulan de una forma muy realista las baldas del supermercado.


Este modelo lleva varios años funcionando en Corea del Sur y ha demostrado ser  efectivo, con una experiencia de compra enormemente similar al supermercado tradicional pero sin la necesidad de tener que dedicar un precioso tiempo a pasear por sus pasillos.


No hay que ponerse nervioso; por mucho que algún tecnófilo se empeñe es improbable que este modelo sea mayoritario en Occidente a corto plazo. Los cambios en los hábitos sociales son significativamente más lentos que los cambios tecnológicos, algo en lo que una vez tras otra erran muchos visionarios. Incluso es probable que nuestro umbral de tiempo máximo en la parada del metro sea suficientemente diferente (y menor) como para que no sea viable hacer las compras en ese intervalo.


Pero en el extremo contrario, da igual si hay quien piensa que el modelo propuesto por Tesco con Homeplus es una forma muy freak de comprar. Lo mismo se pensaba hace 20 años de esos raros que iban hablando por teléfono por la calle. Si el modelo funciona tendrá su mercado y terminará por imponerse.


Lo único seguro es que no podemos ni debemos dormirnos porque al despertar podríamos descubrir que la siguiente gran cadena de distribución es una start up de Silicon Valley cuyo 'único' valor es el software y la plataforma tecnológica que habilita el negocio, ¿acaso alguien podía imaginar hace apenas dos años que la mayor 'asociación de taxistas' del mundo se llamaría Uber y tendría su sede en San Francisco?,

debemos volver a motivar a los jóvenes para que vuelvan a tener pasión por la tecnología en un momento en el que paradójicamente, pese a la más que evidente presencia de la tecnología en nuestras vidas, las Escuelas de Informática tienen problemas para llenar las aulas; esto también es labor nuestra,

debemos estar preparados para ser capaces de reinventar nuestros procesos de siempre. Simplificarlos y ponerlos de nuevo en marcha con todas las ventajas que la tecnología pone en nuestras manos. Tecnologías a veces muy complejas y tecnologías (como la aplicada por Tesco) a veces insultantemente simples.

debemos estar preparados porque podemos estar discutiendo sobre asuntos menores mientras el suelo se mueve bajo nuestros pies; necesitamos entender que la competencia de Coca-Cola no es Pepsi ni la cerveza, es el agua; debemos levantar la mirada.


En este contexto, llevando el ejemplo del centro comercial a nuestras fábricas (entendiendo fábrica en sentido muy amplio), me parece una excelente noticia nuestra participación en Industria 4.0 que está siendo liderada desde el Gobierno. Creo que es el buen camino.


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Nunca tan estándar y nunca tan incompatible



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"Quien desarrolla aplicaciones al margen de los estándares tiene los días contados", Perogrullo dixit; Es probable que no haya ningún tecnólogo que no suscriba estas palabras porque hoy en día cuesta encontrar algo que no esté basado en SOAP, web services, XML,… todo es estándar.

Y sin embargo, creo no ser el único que tengo la sensación de que hay segmentos donde las aplicaciones son cada vez menos compatibles. Pongamos un ejemplo que lo ilustre: la telefonía.

Hace apenas diez años se discutía si las comunicaciones de voz debían estar basadas en protocolos normalizados como H.323, si debían estar basadas en protocolos bien aceptados en el mundo Open como SIP o si debían basarse en protocolos propietarios de las compañías líderes como SCCP que intentaba imponer Cisco.

Avancemos esos diez años. Nos encontramos con las plataformas empresariales de voz IP de Cisco, Avaya, Microsoft,… que en general están integradas con los directorios corporativos. Pero al tiempo emergen otras cada vez más presentes, y no solo en el entorno residencial, también en el empresarial: Skype, Google Hangouts, Apple Facetime, Blackberry Messenger, Facebook Messenger, Snapchat, WeChat,…

Y si algo tienen en común todas ellas es que salvo honrosas excepciones no permiten llamadas a usuarios de otras aplicaciones. Algunas de ellas incluso solo están disponibles para un ecosistema concreto (Apple, Android, Windows o Blackberry).

La guerra no es tecnológica porque eso parece ser irrelevante. La contienda está centrada en quién gestiona la cuenta del usuario y que todo esté dentro de su ecosistema.

Esta incompatibilidad programada quizá les reporte ventajas en el corto plazo porque pueden avanzar más rápido al no tener que diseñar la interoperabilidad pero a medio plazo les puede resultar una enorme traba: ninguna de estas aplicaciones es capaz de sustituir al teléfono tradicional por muchas ventajas que tenga sobre él, que las tiene, porque ninguna de ellas garantiza la universalidad.

Esto mismo aplica a otras herramientas como el correo electrónico. Muchos quieren matarlo pero al sugerirlo no recaen en que el email aún sigue siendo la única forma telemática universal para comunicarse con TODOS los usuarios. Ni es la mejor, ni es la más rápida, ni es la más segura. Su única virtud es la universalidad.

La parte divertida es que los mismos que ahora crean el problema serán los que dentro de pocos años contarán la historia de la integración. O tal vez sea una compañía nueva la que entienda que no ser un medio universal te convierte en un medio de nicho, más grande o más pequeño, pero de nicho.

Mientras esperamos, esta falta de 'estándares' nos obliga a seguir utilizando el teléfono convencional –soportando la facturación por segundos de las operadoras- pese a que disponemos de tarifa plana en el acceso a Internet y apps capaces de sacarle chispas a esa conexión. Muy avanzado no parece...


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China y su expansión tecnológica



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Hace aproximadamente un mes que Lenovo se ha hecho con la división de servidores de gama media de IBM, una operación cerrada en 2.300 millones de dólares.

Puede parecer curioso que IBM venda una parte de su empresa justo tras el trimestre en el que consigue el liderazgo en ese segmento de mercado. Pero lo cierto es que desde el punto de vista financiero es una decisión impecable.

Los márgenes en el mercado del hardware son más bien escasos si se comparan con el software o, sobre todo, con los servicios de consultoría. Es claro que si IBM tiene un negocio mejor que el hardware al que dedicar el dinero de sus accionistas, es lógico que lo haga.

Probablemente, más allá de la preocupación que provocan los cambios, lo que realmente sentirán sus competidores en este mercado (HP, Dell, Oracle o Cisco) es que sus divisiones de software y servicios no tiren lo suficiente como para tomar el mismo rumbo que IBM.

Ahora bien, la decisión tiene dos reflexiones obligadas.


Dos reflexiones

La primera es la creciente presencia asiática en el mercado tecnológico. Primero se deslocalizó en países asiáticos la fabricación de componentes dado el menor coste de su mano de obra. Posteriormente vino la fabricación y el ensamblado de equipos completos, lo que parecía no preocupar demasiado a Occidente ya que seguíamos manteniendo las tareas de diseño, las de I+D y las de mayor valor añadido.

Y en un momento en el que muchos líderes occidentales empiezan a cuestionarse la conveniencia económica de esas medidas, los países asiáticos, con el dinero generado por todo lo anterior, comienzan a comprar compañías occidentales. No ya la fabricación y el ensamblaje sino divisiones completas, incluyendo todo el conocimiento y habilidades de alto valor añadido. China pasa de ser un país manufacturero a un país que diseña, innova y aporta I+D en grandes dosis.

Europa, siendo muy generoso, está estancada en su inversión en I+D mientras que China presenta importantes incrementos año sobre año.

Siguiendo una tendencia lógica es razonable pensar que la siguiente gran compañía del software vendrá de Asia, una vez que ya dominan el hardware: fabrican prácticamente el 100% de los equipos y están detrás del I+D de más de la mitad de este mercado. En móviles y tabletas literalmente arrasan con compañías como Samsung, Xiaomi, Huawei, LG, ZTE, Motorola (ahora de Lenovo) o Sony.


La segunda tiene que ver con el valor de las compañías y la máxima de más vale pájaro en mano que ciento volando. Es curioso ver como la división de servidores de IBM, líder con prácticamente un tercio de market share a finales de 2013, una facturación anual de 3.300 millones de dólares y 7.500 empleados de primer nivel es vendida por 2.300 millones de dólares.

Y al mismo tiempo, una compañía como WhatsApp, con 50 empleados, 450 millones de usuarios -que no clientes- que no aportan beneficio alguno, en un mercado altamente infiel a las marcas y acostumbrado al coste cero y sin ningún tipo de fuente de ingresos conocida es comprada por 19.000 millones de dólares. Es decir, 8 veces más.

¿Qué es más saludable para una región: Una empresa que genera gran volumen de empleo de alta calidad y que genera riqueza con unas importantes cantidades en impuestos o una empresa que tiene un alto (e hipotético) potencial pero que no genera prácticamente empleo ni paga impuestos de ningún tipo?

¿Y si la estrategia de China es la correcta?


Enlaces relacionados:

     › IDC Worldwide Server Market


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