En la base de las ciudades inteligentes...



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Sistemas interconectados para crear ciudades inteligentes
Aunque sea uno de esos términos que empieza a estar maltratado por las diferentes acepciones que hacen de él unos y otros, hoy hablamos de smartcities.

La mayor parte de los proyectos que se plantean sobre ciudades inteligentes se basan en un colosal despliegue de sensores, desde detectores de tráfico, ocupación de plazas de aparcamiento, calidad del aire,  farolas inteligentes, coordinación semafórica global, detección de aglomeraciones,...

Y además, si de verdad se quiere que la ciudad sea (o parezca) inteligente, todos esos sensores deben estar en comunicación. Eso permitiría, por ejemplo, aumentar la potencia lumínica de las farolas ante aglomeraciones en una determinada calle, diseñar una planificación de los semáforos que discriminen positivamente al transporte público detectando su presencia en tiempo real, correlacionar la calidad del aire en una determinada calle con el tráfico que soporta a fin de buscar alternativas,... Para todo ello se deben buscar protocolos estándar que unifiquen la gestión de elementos tan dispares.

El otro gran frente es el coste; dotar de comunicaciones IP a los miles de dispositivos, por ejemplo semáforos o farolas, de una gran ciudad tiene un coste colosal.  Por eso, los medios de comunicación utilizados, además de estándar deben ser muy eficientes en costes.


La solución parece ser inalámbrica

Para ayudar en ambos puntos el IEEE lleva un tiempo trabajando en la norma 802.15.4 cuya denominación es de lo más ilustrativa: Low Rate Wireless Personal Area Networks (LR-WPAN). Es decir, redes wireless de bajo caudal (por debajo de 250 kbp/s, es decir, unas 1.200 veces menos que una WiFi normal 802.11n) pero que pueden funcionar con unos niveles de consumo eléctrico realmente reducidos.

Por encima de la norma 802.15.4 trabaja un grupo del IETF definiendo el protocolo 6LoWPAN, con el objetivo de permitir la comunicación inalámbrica de bajo consumo mediante redes IPv6.

Todo ello, unido, garantiza una capacidad de direccionamiento prácticamente sin límite, baterías con una duración de años y un tamaño reducidísimo, lo que hace esta norma especialmente apropiada para dispositivos de lo más variopinto tanto en el ámbito de las ciudades como en oficinas y viviendas.


Pero, ¿para qué sirve todo esto?

Por simplificar, empecemos por el ámbito doméstico. Imaginemos que cada bombilla del hogar tiene un chip miniaturizado que incorpora una antena 6LoWPAN, lo que no es ningún disparate teniendo en cuenta que su fabricación ya está muy por debajo de un euro.

Bombillas IP conectadas vía WiFi
Con ello desaparecería el concepto de interruptor ya que cada bombilla podría ser encendida y apagada a voluntad (o mediante sensores) desde cualquier aplicación de gestión que tenga permisos para comunicarse con la IP de cada bombilla. Lo importante es que por primera vez se elimina la necesidad de tener un cable que conecte el dispositivo que consume la electricidad (la bombilla, por ejemplo) con el mando que la regula (el interruptor). Esta conexión pasa a ser lógica, no física.

Con suma facilidad se podría definir una activación gradual de las bombillas de una lámpara de forma que se fueran encendiendo a medida que va cayendo la tarde y se va reduciendo la luz ambiente.

Lo mismo sería de aplicación para cualquier dispositivo de la domótica del hogar. Sin duda, protocolos como 6LoWPAN u otros similares como ZigBee abren todo un nuevo mundo de posibilidades de gestión para el aumento de la calidad de vida en el hogar. Tal vez, el sueño de tener un salón como los de las películas de James Bond, donde los muebles y aparatos electrónicos aparecen y desaparecen a voluntad (horteradas al margen), no esté tan lejos.


¿Y en el ámbito de las ciudades?

Antena WiFi sobre un semáforo
Exactamente esa misma tecnología puede ser aplicada a gran escala en el ámbito de las ciudades. Esto permitirá, a un coste y nivel de complejidad razonable, informar al ciudadano de las plazas libres de aparcamiento en calle, de las congestiones de tráfico o aglomeraciones de personas, de la calidad del aire.

Permitiría también iluminar más o menos las calles en función de si hay o no transeúntes o coches circulando, optimizar los desplazamientos en transporte público dándole paso en los semáforos a medida que se van acercando, minimizar el tiempo de espera de los peatones en los semáforos detectando su presencia o aumentar el tiempo para los vehículos cuando no haya nadie esperando. Incluso, por qué no, sancionando de forma automática a quien de forma indebida estacione en una plaza reservada para personas con discapacidad o se salte un semáforo en rojo (bien entrado el rojo, no en ámbar como se hace en algunas ciudades).

Parece claro que las redes WiFi tendrán un papel preponderante en el diseño de las ciudades inteligentes. No solo para dar acceso gratuito a Internet a la ciudadanía -que también- sino para crear una tupida red de sensores que hagan la vida más agradable.



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