¿Adiós al email?



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Hace unos días un amigo me enviaba información sobre una conferencia organizada por la asociación de antiguos alumnos de la Universidad de Navarra con el sugerente título de El Talking Manager: menos e-mails y más conversaciones.

Es cierto, el email descontextualiza las cosas; tanto que no nos es ajeno el que un mensaje en absoluto malintencionado acabe creando problemas en las compañías. Y tiene aún más problemas ya que el uso del email, cuando es el medio de comunicación prioritario, también tiene una capacidad enorme para reducir la empatía dentro de los grupos de trabajo o entre un jefe y sus colaboradores. Y la empatía es la base de la buena relación que, a su vez, es una de las bases del trabajo en equipo.


Si no hay empatía todo se complica

A nivel fisiológico, la empatía está basada, entre otras cosas, en las neuronas espejo (el término es de Giacomo Rizzolatti), un tipo específico de neuronas que permiten que literalmente podamos ponernos en la piel de otro. Estas neuronas provocan activaciones cerebrales idénticas tanto si se siente algo (frío, calor, hambre, sueño, dolor, amor, angustia, sed...) como si se está observando a alguien que lo siente.

Y no solo ocurre con las emociones, ocurre también con los movimientos ya que el cerebro de quien se mueve y el de quien observa el movimiento se activan de la misma forma. Incluso hay experimentos que demuestran que la activación cerebral de dos pianistas, uno tocando el piano y otro simplemente imaginando que lo toca, son idénticas.

Los neurólogos especulan con que esta capacidad del cerebro de percibir lo que otro siente o hace podría ser una vía que nos ha regalado la evolución para acelerar la adquisición de conocimiento. No es preciso esperar a que nadie nos cuente las cosas porque podemos aprenderlas simplemente con verlas en otros.

Con los mensajes de correo nos perdemos la imagen de las cosas, como mucho tenemos una representación simbólica, con lo que apenas hay activaciones de las neuronas espejo. Esto lleva a una merma importante de empatía y transferencia de conocimiento lo que, en última instancia, reduce el trabajo en equipo. El contacto humano, por tanto, parece fundamental.

Alguien avezado pensará que la solución es la videoconferencia. Pero no, porque la videoconferencia, aún cuando se trate de sistemas avanzados como la Telepresencia de Cisco, no ha conseguido aún que esa capacidad de informar de las neuronas espejo se desarrolle en su totalidad. Está comprobado que no ocurre con la misma intensidad si se está en la escena que si se está detrás de una cámara. Es algo parecido a la diferencia entre ver algo en la televisión o vivirlo en directo (obsérvese el cambio de verbo, de ver a vivir).


Entonces, ¿solo vale la reunión presencial?

Pues no. Este tipo de discusiones ni son nuevas ni han sido originadas por el reciente uso de medios tecnológicos. En sus inicios, Sócrates sostenía que «la tecnología alfabética alteraba la mente de una persona y no para mejor». Esto le llevaba a pensar que el conocimiento debía transferirse de forma oral y no escrita, y a poder ser en forma de poesía para que pudiera ser cantada públicamente.

Finalmente, asediado intelectualmente por Platón, tuvo que reconocer que «el pensamiento filosófico y analítico solo sería posible gracias al efecto de la escritura sobre los procesos mentales». Es decir, daba por buena la idea de que la escritura, que permitía diferir los procesos de exposición y captación de conocimiento, aceleraba la evolución de la humanidad.

Hasta ese momento, el conocimiento avanzaba al ritmo que permitía el hecho de que toda la sabiduría debía transmitirse de forma oral y, por tanto, necesariamente de forma presencial. El medio era, por tanto, síncrono ya que emisor y receptor debían estar en el mismo lugar a la misma hora, algo que la escritura de cartas tradicional y sobre todo los medios tecnológicos recientes (lo de recientes es en términos evolutivos) como el email han mejorado de una forma prodigiosa.

Parece que no hemos avanzado mucho desde los tiempos de Sócrates (y han pasado casi 2.500 años desde su nacimiento) teniendo en cuenta que hay quien sigue promoviendo la transmisión de conocimiento oral como vía prioritaria.


Como casi siempre, en el medio está la virtud

Hace unos meses, durante una visita a la sala EmO de Microsoft, surgió una conversación similar y me contaron las 'normas' internas de la compañía. Habían fijado un día concreto de la semana para realizar todas las reuniones internas, todas aquellas que no tuvieran que ver con los clientes. De esta forma optimizaban su agenda a nivel individual a la vez que, como colectivo, podían realizar reuniones internas con mayor facilidad. Hasta la puesta en marcha de la iniciativa les era casi imposible realizar una reunión interna (y estas también son -muy- importantes) con varias personas porque siempre coincidía con alguna reunión en cliente de alguno de los miembros. Una idea muy simple con grandes resultados.

Algo parecido debería ocurrir con el email. Su uso es bueno ya que permite comunicar algo aún cuando el destinatario no esté disponible en ese instante, es decir, no hace falta que la comunicación sea síncrona lo que sin duda permite optimizar el tiempo. Pero su abuso puede llevar a colapsar las agendas o a intentar dirigir desde el Outlook.

El uso del email es bueno, muy bueno, pero no debe eclipsar la comunicación oral. Ni tampoco al revés. Solo hace falta un poco de sentido común y acordar unas normas básicas de uso. Estaría bien conocer las iniciativas que implantan otras empresas para optimizar el tiempo de las reuniones y asegurar el uso eficiente de sus comunicaciones. Habrá que ponerse manos a la obra porque algo de razón si tiene el Talking Manager.

Para terminar, decir que los tecnólogos somos tan fashion que nos parece de lo más normal que unos quieran eliminar el email con el objetivo de hacer más reuniones presenciales y otros quieran eliminarlo en favor de medios aún más digitales como las redes sociales o blogs, pero de estos últimos hablaremos otro día.



Enlaces relacionados:

     › Nicholas Carr, 2010. Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?
     › Matt Ridley, 2011. El optimista racional: ¿Tiene límites la capacidad de progreso de la especie humana?
     › Alvaro González Alorda, 2011. El Talking Manager: Cómo dirigir personas a través de conversaciones


www.tonsofit.com


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¿Y si los brokers de Bolsa fueran máquinas?



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Hace unos días, durante una sobremesa con dos colegas y amigos de IBM, uno de ellos planteó la cuestión de qué pasaría si Watson, el ordenador más inteligente y mejor informado jamás diseñado, pudiera trabajar como broker en la nómina de Goldman Sachs, Morgan Stanley o cualquier otro grupo de inversión.

Desde el principio fuimos dos contra uno defendiendo la idea de que más información, mayor capacidad de análisis y menor tiempo de respuesta no eran necesariamente garantía de éxito en la bolsa. Ahí van las tres razones que en ese momento no supimos justificar.


La teoría de los juegos, yo te doy esperando que tú me des

Imaginemos este juego y sus sencillas reglas:
María y Pedro tienen 10 euros cada uno
Si María le da a Pedro una parte de su dinero, Pedro recibirá el doble de lo que María le dé.
A su vez, Pedro podrá 'devolver' a María la cantidad que considere apropiada por su generosidad, incluido 0 euros.

Un razonamiento lógico (tal y como piensa una máquina... o un ingeniero al finalizar sus estudios) haría que María le dé sus 10 euros a Pedro con lo que Pedro pasaría a tener 10 + (10+10) = 30 € y María 0 €. Posteriormente, ambos compartirían el dinero a razón de 15 euros cada uno. Ese sería el intercambio más óptimo, el que maximiza el beneficio.

Pero las personas rara vez pensamos así ya que jugamos con la posibilidad de que María le dé todo su dinero a Pedro y éste opte posteriormente por quedarse con todo. Juegos como éste -de la confianza- u otros como el Dilema del Prisionero hacen que la forma de pensar de una persona y la de una máquina sean, hoy por hoy, radicalmente diferentes. Y la bolsa, en definitiva, es un gran juego.


Si sabes que va a bajar, ya habrá bajado

En un mercado perfecto, todos los brokers tienen la misma información; no existe la información privilegiada. En ese contexto, si un analista tiene información que le sugiere comprar o vender a gran escala, probablemente no podrá hacerlo porque ya habrá ocurrido. Tan pronto como el mercado sepa que una acción es deseada o repudiada alterará su valor de forma que será más caro comprarla o venderla.
Ese ajuste automático del mercado hace que cuando un broker sabe (con certeza, más allá de la intuición) que algo va a pasar, realmente ya haya pasado.

De hecho, los grandes cambios en los mercados, donde se producen las grandes ganancias y pérdidas, ocurren habitualmente ante hechos absolutamente inesperados e impredecibles. Perder los 10 mejores días origina unos beneficios promedio un 50,8% inferiores. Y a su vez, evitar los 10 peores días genera unos beneficios un 150,4% superiores a las estrategias pasivas.

El gráfico adjunto muestra la evolución de los beneficios generados por las empresas del S&P500 desde su inicio (más de 50 años) y la misma curva descontando únicamente los diez días de más actividad. Estos diez días están asociados a sucesos como la caída del muro de Berlín, el 11-S, el tsunami en Japón,... en general eventos impredecibles, inesperados y de gran repercusión.

Y no parece sensato pensar que una máquina tenga ventaja a la hora de obtener esa información. De hecho, si Watson supiese de antemano que el WTC iba a ser atacado, seguro que alguien tendría la genial idea de llevar el equipo entero (incluido tal vez algún técnico de IBM) a unas dulces vacaciones en Guantánamo. Obviamente, eso no es real.


Hasta un mono invierte mejor que muchos brokers

Los movimientos bursátiles en un mercado eficiente son, en gran medida, predecibles. Solo cuando los mercados no son eficientes, por información privilegiada por ejemplo, su proyección se convierte en impredecible. La idea es de Burton Malkiel quien teorizó sobre la idea de comparar la capacidad inversora de los mejores brokers con la de un mono lanzando dardos a las páginas de un diario financiero (y eligiendo las inversiones en base a ello).

Wall Street Journal quiso verificar la teoría de Malkiel y en el periodo 1988-1998 invitó a los mejores brokers a hacer elecciones de acciones del NYSE, AMEX y NASDAQ. Cada mes cuatro brokers confeccionaban su cartera para los siguientes seis meses. Al final del periodo los dos mejores continuaban y los otros dos eran reemplazados. Con ello, se garantizaba una cierta selección natural que, a primera vista, implicaba una mejora continua.

Al finales de 1998 se presentaron los resultados del estudio. Durante los diez años se habían realizado 100 competiciones y los profesionales ganaron en 61 de ellas. Viéndolo al revés, los monos ganaron en 39 ocasiones, lo que no está nada mal teniendo en cuenta que eran inversiones absolutamente aleatorias.

Y la cosa fue aún peor cuando se comparó a los profesionales con el Dow Jones Industrial Average ya que prácticamente empataron con el valor medio del mercado.

En la mayor parte de las ocasiones en las que ganaron los brokers las razones se debían más a su capacidad como lobby para influir en el mercado (en las acciones por las que previamente habían apostado) o en su capacidad para obtener información privilegiada que en su pericia para analizar los mercados financieros. Y es cuestionable que una máquina, por muy inteligente que sea, tenga más capacidad que una persona para aprovechar esas imperfecciones (la mayor parte de ellas ilegales) de los mercados.


Resumiendo

El 15 de diciembre de 2003 era detenido Sadam Husein. La noticia, de gran importancia a nivel político y económico teniendo en cuenta que era el ex-mandatario de uno de los mayores productores de petróleo, provocó que los Bonos del Tesoro (valores refugio) estuvieran alternando durante todo el día entre subidas y bajadas.

A las 13.01 Bloomberg News decía lo siguiente: «Suben los bonos del Tesoro de Estados Unidos; es posible que la captura de Husein no frene el terrorismo». Apenas media hora después el mismo medio decía «caen los bonos de Tesoro de Estados Unidos; la captura de Husein aumenta el atractivo de los activos de riesgo». La captura de Sadam era a la vez una cosa y la contraria, algo habitual en el mundo financiero, capaz de explicar cualquier cosa, siempre a posteriori, sin tan siquiera despeinarse.

«Voy a repetir lo que sigue hasta que me quede afónico: lo que determina el sino de una teoría en la ciencia social es el contagio, no su validez». Nassim Taleb dixit en referencia a la Teoría de la cartera de valores moderna, aunque bien pensado es válido en muchos otros campos.

Eso es lo que en definitiva hace que la bolsa no sea, ni de lejos, una ciencia exacta. Pobre Watson...


Enlaces relacionados:

     › Javier Estrada (IESE) 2007. Black Swans and Market Timing: How Not to Generate Alpha.
     › Nassim Taleb 2008. El cisne negro: El impacto de lo altamente improbable.





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