Resulta curioso observar como una pequeña startup tecnológica como Uber es de repente conocida en medio mundo. Los publicistas pagarían fortunas por eso y sin embargo, al menos visto desde fuera, esa repentina visibilidad en los medios parece un tanto incontrolada, ¿o tal vez no?
¿Qué tiene Uber de realmente novedoso como para aparecer en todos los medios de comunicación? Hagamos un pequeño repaso.
Permite compartir coche. Realmente no es así. Uber no está orientado a la compartición de coche. De hecho, aunque así fuera, eso ya está bastante trillado. Hace apenas tres años, en el 2011, no había ayuntamiento que no tuviese en su web un sitio reservado para compartir coche bajo el paraguas de la eficiencia energética y de la optimización del tráfico. Para comprobarlo basta con buscar compartir coche ayuntamiento.
Permite optimizar del tráfico. Tampoco. Que se sepa, los coches de Uber no ayudan a mejorar el tráfico y aunque así fuera tampoco habrían sido novedosos en eso. Nuevamente, abundaban las Administraciones Públicas que hace no más de tres años se apuntaban a esa moda creando carriles bus-vao para coches en los que había más de un pasajero. La parte cómica de estas normas estaba en que surgieron de la nada conductores que disfrutaban viajando con un maniquí en el asiento del copiloto.
Permite hacer todas las gestiones por la web. Pues tampoco Uber es novedoso en eso. Desde hace muchos años existen webs de empresas y asociaciones que permiten hacer uso de coches compartidos que, en ocasiones aunque no siempre, son un eufemismo de un servicio de transporte maquillado con una suave capa de gestión comunitaria. Algunos ejemplos son compartir.org, respiro car sharing, amovens, carpooling y muchas otras.
Entonces, ¿qué hay realmente novedoso en Uber? En mi opinión, dos cosas.
Primera: Mercado local de ámbito global
La cultura web ha cambiado muchos paradigmas de gestión. Por ejemplo, ha revolucionado el marketing mezclando las campañas de masas y las campañas one to one porque la cantidad de información que voluntaria o involuntariamente dejamos por la web permite que las empresas diseñen campañas completamente personalizadas no importando si el público objetivo son diez personas o mil millones.
La siguiente revolución parece ser la forma de abordar los mercados. Hasta ahora teníamos mercados de nicho y mercados globales. Es cierto que existían aplicaciones similares a Uber pero muchas de ellas eran de nicho, para una ciudad o incluso un país, con lo que una persona debía usar una app diferente dependiendo del lugar donde estuviese. Sin embargo, Uber da el siguiente paso y crea la aplicación a nivel global, es decir, uniendo infinitos mercados de nicho para crear un mercado global. Ya no hay una aplicación para los taxis de Bilbao, otra distinta para Nueva York y una tercera para Londres. Simplemente hay una app global. Es exactamente lo mismo que ha hecho airbnb con el alquiler de viviendas y la extrapolación futura a otros segmentos y mercados parece evidente.
Algunos le llamarán a esto globalización de servicios, muy en línea con la Directiva de Servicios del Mercado Interior de la UE pero aún a mayor escala.
Segunda: El poder de la movilidad
La movilidad es la herramienta que permite que todo esto sea posible. Uber no tendría ninguna opción si para poder reservar un taxi necesitásemos acceder a Internet por un medio de escritorio tal que un PC, porque la mayor parte de las veces que necesitamos un taxi estamos en la calle. Un negocio como Uber sería simplemente imposible hace tres años.
Los smartphones han roto esta barrera y Uber ha llegado en el momento exacto; su proyecto sí es movilizar (eufemismo de reinventar gracias a la tecnología) un negocio ya existente.
Y una consecuencia, la pérdida de referencia del valor de las cosas. La economía del regalo
Los usuarios de la web, y no solo las nuevas generaciones, se han acostumbrado a la economía del regalo según la cual algunas cosas son gratis pese a que tienen un evidente valor y por tanto un coste.
Lo curioso es que parece que esa cultura está calando más allá de la web, como si quisiera salir de la pantalla de nuestro dispositivo.
Uber crea un modelo de negocio que en cierta medida incentiva la desregulación del mercado al igualar al taxista que pasa una inspección técnica más exigente, paga una licencia, un seguro de responsabilidad civil e impuestos, con otro trabajador que no hace nada de todo eso. Y quizá la pérdida de referencia en el valor de las cosas esté detrás de todo ello.
Puede que este cambio sea pasajero y también puede que no, que sea realmente una tendencia. Mientras lo descubrimos parece razonable proteger a los trabajadores afectados por competencia no demasiado leal.
Pero al mismo tiempo no olvidar que los accionistas de referencia de Uber son Google y Goldman Sachs y que su última ronda de financiación es superior al valor en bolsa de Hertz y Avis juntas, lo que le da cierta credibilidad. Por eso también sería sensato prepararse para el supuesto de que la tendencia se consolide, fomentando y ayudando al sector tecnológico local para que pueda innovar y algo de esa nueva riqueza se quede aquí. No olvidemos que Uber se lleva el veinte por ciento de toda la facturación y que su mercado es global.
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¿Qué hay de nuevo en Uber?
martes, 23 de diciembre de 2014
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Levantando la mirada
jueves, 23 de octubre de 2014
Mientras por algunos lares se discute sobre el horario de los centros comerciales y se aportan argumentos sociales y económicos a favor y en contra de una mayor apertura al público,
mientras se discute sobre cómo serán los supermercados del futuro, si los carritos de la compra serán smart e identificarán los productos que contiene para realizar sugerencias al cliente, o si el etiquetado de los productos tendrá tags RFID para que el proceso de cobro se realice en segundos y sin sacar las compras del carro,
mientras todo eso ocurre, hay quien tiene la visión necesaria para simplificar las cosas y hacerlo además innovando de forma masiva.
Apoyado en una tecnología tan simple como probada (códigos QR y un smartphone) los clientes de Tesco pueden comprar a cualquier hora del día, cualquier día de la semana, en un supermercado (casi) real. Y lo hacen de una forma tan sencilla y natural como apuntar con la cámara del smartphone a una foto a tamaño real del producto seleccionado. Todo, mientras esperan la llegada del metro en paneles que simulan de una forma muy realista las baldas del supermercado.
Este modelo lleva varios años funcionando en Corea del Sur y ha demostrado ser efectivo, con una experiencia de compra enormemente similar al supermercado tradicional pero sin la necesidad de tener que dedicar un precioso tiempo a pasear por sus pasillos.
No hay que ponerse nervioso; por mucho que algún tecnófilo se empeñe es improbable que este modelo sea mayoritario en Occidente a corto plazo. Los cambios en los hábitos sociales son significativamente más lentos que los cambios tecnológicos, algo en lo que una vez tras otra erran muchos visionarios. Incluso es probable que nuestro umbral de tiempo máximo en la parada del metro sea suficientemente diferente (y menor) como para que no sea viable hacer las compras en ese intervalo.
Pero en el extremo contrario, da igual si hay quien piensa que el modelo propuesto por Tesco con Homeplus es una forma muy freak de comprar. Lo mismo se pensaba hace 20 años de esos raros que iban hablando por teléfono por la calle. Si el modelo funciona tendrá su mercado y terminará por imponerse.
Lo único seguro es que no podemos ni debemos dormirnos porque al despertar podríamos descubrir que la siguiente gran cadena de distribución es una start up de Silicon Valley cuyo 'único' valor es el software y la plataforma tecnológica que habilita el negocio, ¿acaso alguien podía imaginar hace apenas dos años que la mayor 'asociación de taxistas' del mundo se llamaría Uber y tendría su sede en San Francisco?,
debemos volver a motivar a los jóvenes para que vuelvan a tener pasión por la tecnología en un momento en el que paradójicamente, pese a la más que evidente presencia de la tecnología en nuestras vidas, las Escuelas de Informática tienen problemas para llenar las aulas; esto también es labor nuestra,
debemos estar preparados para ser capaces de reinventar nuestros procesos de siempre. Simplificarlos y ponerlos de nuevo en marcha con todas las ventajas que la tecnología pone en nuestras manos. Tecnologías a veces muy complejas y tecnologías (como la aplicada por Tesco) a veces insultantemente simples.
debemos estar preparados porque podemos estar discutiendo sobre asuntos menores mientras el suelo se mueve bajo nuestros pies; necesitamos entender que la competencia de Coca-Cola no es Pepsi ni la cerveza, es el agua; debemos levantar la mirada.
En este contexto, llevando el ejemplo del centro comercial a nuestras fábricas (entendiendo fábrica en sentido muy amplio), me parece una excelente noticia nuestra participación en Industria 4.0 que está siendo liderada desde el Gobierno. Creo que es el buen camino.
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mientras se discute sobre cómo serán los supermercados del futuro, si los carritos de la compra serán smart e identificarán los productos que contiene para realizar sugerencias al cliente, o si el etiquetado de los productos tendrá tags RFID para que el proceso de cobro se realice en segundos y sin sacar las compras del carro,
mientras todo eso ocurre, hay quien tiene la visión necesaria para simplificar las cosas y hacerlo además innovando de forma masiva.
Apoyado en una tecnología tan simple como probada (códigos QR y un smartphone) los clientes de Tesco pueden comprar a cualquier hora del día, cualquier día de la semana, en un supermercado (casi) real. Y lo hacen de una forma tan sencilla y natural como apuntar con la cámara del smartphone a una foto a tamaño real del producto seleccionado. Todo, mientras esperan la llegada del metro en paneles que simulan de una forma muy realista las baldas del supermercado.
Este modelo lleva varios años funcionando en Corea del Sur y ha demostrado ser efectivo, con una experiencia de compra enormemente similar al supermercado tradicional pero sin la necesidad de tener que dedicar un precioso tiempo a pasear por sus pasillos.
No hay que ponerse nervioso; por mucho que algún tecnófilo se empeñe es improbable que este modelo sea mayoritario en Occidente a corto plazo. Los cambios en los hábitos sociales son significativamente más lentos que los cambios tecnológicos, algo en lo que una vez tras otra erran muchos visionarios. Incluso es probable que nuestro umbral de tiempo máximo en la parada del metro sea suficientemente diferente (y menor) como para que no sea viable hacer las compras en ese intervalo.
Pero en el extremo contrario, da igual si hay quien piensa que el modelo propuesto por Tesco con Homeplus es una forma muy freak de comprar. Lo mismo se pensaba hace 20 años de esos raros que iban hablando por teléfono por la calle. Si el modelo funciona tendrá su mercado y terminará por imponerse.
Lo único seguro es que no podemos ni debemos dormirnos porque al despertar podríamos descubrir que la siguiente gran cadena de distribución es una start up de Silicon Valley cuyo 'único' valor es el software y la plataforma tecnológica que habilita el negocio, ¿acaso alguien podía imaginar hace apenas dos años que la mayor 'asociación de taxistas' del mundo se llamaría Uber y tendría su sede en San Francisco?,
debemos volver a motivar a los jóvenes para que vuelvan a tener pasión por la tecnología en un momento en el que paradójicamente, pese a la más que evidente presencia de la tecnología en nuestras vidas, las Escuelas de Informática tienen problemas para llenar las aulas; esto también es labor nuestra,
debemos estar preparados para ser capaces de reinventar nuestros procesos de siempre. Simplificarlos y ponerlos de nuevo en marcha con todas las ventajas que la tecnología pone en nuestras manos. Tecnologías a veces muy complejas y tecnologías (como la aplicada por Tesco) a veces insultantemente simples.
debemos estar preparados porque podemos estar discutiendo sobre asuntos menores mientras el suelo se mueve bajo nuestros pies; necesitamos entender que la competencia de Coca-Cola no es Pepsi ni la cerveza, es el agua; debemos levantar la mirada.
En este contexto, llevando el ejemplo del centro comercial a nuestras fábricas (entendiendo fábrica en sentido muy amplio), me parece una excelente noticia nuestra participación en Industria 4.0 que está siendo liderada desde el Gobierno. Creo que es el buen camino.
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Hacia las e-Elecciones
miércoles, 5 de septiembre de 2012
- Se imprimieron cerca de trescientos cincuenta millones de papeletas (339.968.831).
- Junto con las papeletas se prepararon algo más de setenta y cinco millones de sobres (76.010.500).
- Se habilitaron más de doscientas veinte mil urnas (221.179) en algo más de veintitrés mil colegios electorales (23.082), lo que hizo necesario casi un millón de manuales de instrucciones para los miembros de las mesas (912.860).
- En torno a cien mil agentes de las diferentes Fuerzas de Seguridad fueron movilizados para garantizar la seguridad en el voto.
En total casi ciento veinticinco millones de euros (124.838.310) que, por ponerlo en perspectiva, supone casi el tres por ciento de toda la inversión del Estado en I+D para 2012.
Teniendo en cuenta todos estos datos, el coste de ir a votar fue de unos tres euros y medio por persona, que suben a más de cinco euros por persona si únicamente se tiene en cuenta a aquellos que de forma efectiva ejercieron su derecho al voto (abstención algo superior al 30%).
Está claro que el sistema no es barato y tampoco es neutral en la huella de carbono precisamente.
¿Es posible otra forma?
Son ya abundantes las referencias de países que realizan el proceso del voto de forma electrónica pero hay diferencias entre unos modelos y otros.
Algunos se basan en máquinas de votar ubicadas en los mismos colegios electorales donde antes estaban las papeletas. Este sistema mejora notablemente el proceso porque de un plumazo elimina el papel (cientos de millones de papeletas) y agiliza el recuento.
Sin embargo, toda la infraestructura necesaria para habilitar el sistema de voto (los colegios electorales, por ejemplo) y todas las restricciones del momento y el lugar (las elecciones se realizan en un día concreto e implican desplazamiento a un colegio electoral) le siguen siendo de aplicación.
¿El voto online?
La otra vía, la que probablemente tiene más futuro, pasa por Internet y las plataformas de voto online. Países como Suiza, Reino Unido, Estados Unidos, Irlanda o Estonia ya lo han puesto en marcha pese a que los críticos identifican en él tres problemas fundamentales:
- Mayor número de puntos susceptibles de alteración fraudulenta del voto
- Imposibilidad de repetir el recuento al no haber nada físico
- Mayor riesgo de fallos en la privacidad de la información
Probablemente algún devoto de lo 2.0 contestaría con un simple: si, es cierto, ¿y qué? Y algo de razón tendría porque negar lo digital a estas alturas sería tanto como no operar con el banco, ni con el supermercado, ni con las compañías de teléfono, gas o electricidad, ni con la propia Administración.
Pero también es cierto que eliminar el papel en este caso puede hacer sentirse incómodo a muchos ciudadanos.
Acercando posturas, ya hay referencias de cómo implementar un sistema donde los votos estén cifrados en origen con un certificado cuya clave privada -la que permite descifrar- esté bien custodiada (se mitiga el problema de la privacidad).
Que en el instante del voto generase un 'ticket' que el ciudadano recibiría en un SMS -o cualquier otro canal alternativo- para confirmar que se ha procesado y pueda ser verificado por el votante (se incide en el primer problema).
Y por último, donde los votos recibidos se almacenasen en un sistema de custodia digital en formato de documento no editable, incluso disociando el voto de la persona y siempre por el periodo de tiempo máximo que marque la Ley ante un posible recuento (se hace hincapié en el segundo problema).
Terminando
Tal vez pensar en una plataforma así basándola en la identificación de usuario/clave de Facebook sea banalizar demasiado el proceso (aunque esto no quita para que los mecanismos de gestión del censo tengan un margen de evolución importante) pero tampoco hay que empezar a construir desde cero.
Tenemos plataformas de certificados robustas e incluso hay mecanismos de identificación de doble canal (la banca online usa principalmente el SMS como canal de confirmación) que permiten identificar de una forma suficientemente fehaciente a la persona.
Y tenemos plataformas de custodia segura de documentos (Metaposta, por ejemplo) que podrían albergar el voto en el formato de documento elegido durante el tiempo necesario.
Tal vez la innovación sea más una cuestión de repensar el proceso que de tecnología en sí. Cuesta creer que haya que seguir imprimiendo cientos de millones de papeletas en cada ocasión.
Enlaces relacionados:
› Tons of IT: Open Data no es una opción, es una necesidad
› Tons of IT: Haciendo open data en modo low cost
› Tons of IT: El extraño benchmarking de TI de las Administraciones Públicas
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Olimpiadas y tecnología
lunes, 30 de julio de 2012
Estando en plena celebración olímpica no me resisto a plantear una pregunta que relaciona la tecnología con el deporte y que, probablemente, no tardará demasiado en crear un problema ético al movimiento olímpico, ¿tal vez en Madrid 2020?
Dos avances en biotecnología que pueden cambiarlo todo:
Hasta aquí la tecnología.
El olimpismo
Imaginemos que un deportista de élite tiene un problema físico y el tratamiento de su dolencia exige el trasplante de algún órgano, digamos el hígado. Lógicamente, el deportista será animado por sus compañeros e incluso por sus rivales deportivos y, sin duda, su vuelta al deporte se considerará un éxito de todos. Por encima del deportista está la persona.
Ahora imaginemos que el problema físico se produce en el corazón o en los pulmones y que el deportista es trasplantado con un órgano que es mucho más potente -puede que incluso sea de otro animal- que uno convencional. Con él tendría una potencia vascular o una capacidad de oxigenación muy superior a la de sus compañeros. Pese a ello probablemente serían aún pocos los que protestarían ya que el nuevo órgano, además de darle una potencia física extraordinaria, le permite seguir viviendo.
Démosle una vuelta de tuerca más. El órgano trasplantado es el tobillo del pie de apoyo de un saltador de altura. La operación se lleva a cabo pese a no existir un problema previo en el tobillo del atleta y el trasplante se realiza con un nuevo tobillo de titanio fijándole músculos de látex ultrarresistente que gracias a la aportación constante de telomerasa no envejece. Ahí ya cambian las cosas.
¿Dónde está el límite? ¿Hasta qué punto podrían competir en los juegos olímpicos y en qué momento se les haría competir en los para-olímpicos? ¿Se admitiría un récord olímpico de un atleta así? ¿Estamos preparados para que los récords de los juegos para-olímpicos sean mejores que los de los juegos convencionales?
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Dos avances en biotecnología que pueden cambiarlo todo:
- El primero de los avances tecnológicos es el de la generación de células madre a partir de cualquier otra célula. Varios equipos han llevado ya su investigación al nivel de madurez suficiente como para ser capaces de generar células madre -células que en términos informáticos equivaldrían a un sistema operativo de propósito general- partiendo de células sanguíneas convencionales. Y a partir de ahí son capaces de reconvertir esas nuevas células madre en células de cualquier parte del cuerpo.
¿Qué para qué sirve? Pues, por ejemplo, para tomar la tráquea de un donante, quitarle todo el tejido orgánico que la recubre quedándose únicamente con el colágeno, recubrirlo de nuevo con células del receptor e implantárselo sin ningún tipo de rechazo. A fin de cuentas, el sistema inmunológico del receptor no lo percibe como ajeno. Exactamente esta operación se realizó con éxito en Barcelona hace más de cuatro años.
- El segundo de los descubrimientos revolucionarios para la vida es la Telomerasa, una enzima que, una vez salvados los efectos secundarios que aún impone su administración, podría hacer a cualquier ser vivo inmortal al ser capaz de anular el envejecimiento celular. Puede parecer ciencia-ficción pero en el 2009 científicos de Berkeley ganaron el Nobel de medicina por ello y en pruebas de laboratorio ya se consigue doblar la vida media de las cobayas.
Hasta aquí la tecnología.
El olimpismo

Ahora imaginemos que el problema físico se produce en el corazón o en los pulmones y que el deportista es trasplantado con un órgano que es mucho más potente -puede que incluso sea de otro animal- que uno convencional. Con él tendría una potencia vascular o una capacidad de oxigenación muy superior a la de sus compañeros. Pese a ello probablemente serían aún pocos los que protestarían ya que el nuevo órgano, además de darle una potencia física extraordinaria, le permite seguir viviendo.
Démosle una vuelta de tuerca más. El órgano trasplantado es el tobillo del pie de apoyo de un saltador de altura. La operación se lleva a cabo pese a no existir un problema previo en el tobillo del atleta y el trasplante se realiza con un nuevo tobillo de titanio fijándole músculos de látex ultrarresistente que gracias a la aportación constante de telomerasa no envejece. Ahí ya cambian las cosas.
¿Dónde está el límite? ¿Hasta qué punto podrían competir en los juegos olímpicos y en qué momento se les haría competir en los para-olímpicos? ¿Se admitiría un récord olímpico de un atleta así? ¿Estamos preparados para que los récords de los juegos para-olímpicos sean mejores que los de los juegos convencionales?
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Ventaja competitiva
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De como la tecnología está cambiando los hábitos del trabajo
lunes, 2 de julio de 2012- «Dos de cada tres empleados esperan que los responsables de TI de sus empresas les permitan utilizar cualquier dispositivo en cualquier momento y en cualquier lugar».
- «El número medio de dispositivos (PC, tablet, smartphone,...) por empleado será de 3,3 a finales de 2014».
- «El 55 por ciento de los trabajadores cree que conectar su propio dispositivo en el trabajo es más un derecho que un privilegio y el 36 por ciento admite que ha violado o violaría si hiciera falta la política corporativa de seguridad en caso de que no se le permitiese conectarlo».
- «Casi el 80 por ciento de los empleados sacrificaría un 10 ciento de su salario a cambio de mayor flexibilidad sobre teletrabajo, incluso utilizando sus propios dispositivos para conectarse a la red corporativa de su compañía».
- «Dos tercios de los empleados cree que la seguridad de sus dispositivos personales es responsabilidad suya y no de su empresa, incluso cuando los utiliza para conectarse a las redes corporativas».
Detrás de todo esto está lo que las grandes consultoras han bautizado como BYOD (bring your own device) que más aterrizado determina la facultad de permitir que los empleados utilicen sus propios dispositivos en el trabajo o permitir que se conecten a los sistemas y aplicaciones corporativos desde cualquier ubicación ajena a la red interna.
Las conclusiones anteriores se derivan de diversos estudios de Cisco, Aruba, Fortinet, Gartner o IBM entre otros. Es cierto que algunas de estas empresas no son lo que se dice neutrales con el BYOD ya que su desarrollo implica un nuevo mercado para ellas. Sin embargo, también es cierto que algunas de sus conclusiones, al margen de que se puedan discutir algo los porcentajes, no resultan en absoluto extrañas o poco creíbles.
Los hábitos de trabajo

Se espera que en 2012 las ventas de PCs, tablets y smartphones ya superen los mil millones de unidades y la tendencia para los próximos años es al alza llegando prácticamente a los dos mil millones anuales en 2016.
Un porcentaje elevado de todos esos dispositivos inteligentes serán adquiridos directamente por usuarios finales, no por las empresas. Y de entre todos ellos, quienes quieran conectarlos con las redes y aplicaciones corporativas serán bastantes más de lo que los CIO de sus empresas puedan imaginar.
El estudio de Gartner sobre BYOD indica que son un 34 por ciento los usuarios que se conectan a las redes corporativas con dispositivos personales. O al menos eso creen los CIO porque la realidad es muy diferente; son un 69 por ciento -más del doble- los usuarios que aseguran hacerlo.
Ventajas
Sin duda, el fenómeno BYOD tiene claras ventajas para las empresas. La primera, probablemente la más clara, el coste. La empresa puede reducir sus inversiones en nuevos dispositivos si son los usuarios quienes se auto-proveen. Es incluso probable que en algunos casos se llegue a la situación en la que las empresas no provean equipos portátiles para personas que están siempre en movilidad confiando en que sea el propio trabajador quien disponga de algún tablet, smartphone o ultrabook que pueda utilizar. Probablemente parezca lejano pero también lo parecía hace unos años el que los trabajadores que están mucho tiempo fuera de la oficina no tuvieran puesto de trabajo fijo asignado en su empresa y sin embargo es ya práctica habitual en muchísimas compañías.
Pero hay otras ventajas como una mayor flexibilidad en el trabajo ya que el BYOD está muy ligado al teletrabajo. Incluso podría plantearse una mayor productividad sobre la base de que cada trabajador utiliza la herramienta tecnológica que mejor se adapta a sus necesidades y gustos.
Inconvenientes
También hay algún pero. El principal es la seguridad ya que BYOD exige abrir las redes corporativas a un mundo exterior hasta ahora considerado hostil. Gartner asegura que en los tres próximos años los incidentes de seguridad aumentarán un 25 por ciento en aquellas empresas que no reinviertan al menos un tercio de lo que ahorran al no tener que comprar dispositivos.

Ese es el reto, permitir una conexión segura a la infraestructura corporativa incordiando lo menos posible a los usuarios con claves de acceso y otros mecanismos de seguridad. De hecho, a la fecha, los usuarios identifican las políticas corporativas de los departamentos de TI como los principales obstáculos para la adopción de BYOD.
Al margen de la seguridad, hay otros inconvenientes a tener en cuenta como que los centros de atención a usuarios tendrán que lidiar con usuarios que utilizan dispositivos que en algunos casos, dada la diversidad existente, únicamente habrán visto en revistas especializadas. Es decir, el parque informático ya no será en absoluto predecible.
El futuro

Esto implica que habrá que empezar a cambiar algunos hábitos. Dejarán de tener tanto sentido (o ninguno) los complejos procesos de homologación de hardware. A fin de cuentas, si los usuarios pueden decidir qué utilizan para conectarse, ¿qué sentido tiene homologar uno u otro dispositivo? La contrapartida es que habrá que diseñar infraestructuras que funcionen con todos ellos.
Respecto al software, tampoco tendrán mucho sentido aplicaciones de gestión como las que permiten distribuir software en modo push a los dispositivos o las aplicaciones de inventario de tablets y smartphones. Todo tendrá que ser en base al concepto contrario: distribuir software en modo pull -como lo hace la web- o descubrimiento en tiempo real.
Incluso afectará a los procesos. Por ejemplo, los centros de atención a usuarios y el personal de soporte tendrán que aprender a trabajar con un cierto grado de incertidumbre porque trabajarán con usuarios que utilizan dispositivos que no conocen.
Los usuarios, más que nunca, quieren conectarse desde cualquier lugar, en cualquier momento y con cualquier dispositivo. Están ya acostumbrados a ello debido a la consumerización de TI. Por eso, ya no son válidas técnicas para identificar al usuario o al equipo en base a algo prefijado con antelación. Ahora hay que trabajar con una mezcla de información que permita determinar el riesgo: quien se conecta, desde qué equipo se conecta, qué software de seguridad tiene instalado ese equipo, a qué aplicación se conecta,... y en base a ello bloquear o permitir el acceso.
Un gran reto por delante.
Enlaces relacionados:
› Informe de Cisco. Los responsables de TI respaldan el fenómeno BYOD.
› Informe de Fortinet. ‘First Generation’ BYOD Workers Pose Serious Security Challenges to Corporate IT Systems
› Informe de Gartner. Gartner Survey Shows BYOD Is Top Concern for Enterprise Mobile Security
› Informe de Forrester. The costs and benefits of BYOD
› Enterprise Mobility Blog de IBM: Bring your own device (BYOD): the new movement in mobility
› Tons of IT: Consumerización de la informática corporativa
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Cala Millor, Sant Llorenç des Cardassar, España
Desde deletear hasta twittear.
viernes, 15 de junio de 2012
Hace unos días asistí a una presentación en la que el ponente, brillante por lo demás, no paraba de lanzar lindezas como la de la derecha.
La frase me impactó tanto que corrí a escribirla para no olvidarla. Estaba siendo testigo de cómo se puede construir una frase completa con los verbos en un idioma y todos los sustantivos en otro, pese a no haber problema alguno para su traducción. Sin duda, fue toda una experiencia.
Pese a llevar con nosotros la pesada losa de ser un colectivo de mal hablados, de usar constantes términos técnicos, de tener una jerga propia ininteligible,... lo cierto es que con el paso del tiempo hemos ido mejorando. Han ayudado los acuerdos entre los principales fabricantes de software y las diferentes Academias que gestionan la evolución y correcto uso de las diferentes lenguas. Uno muy importante, por su enorme presencia en el software de escritorio, fue el acuerdo entre la RAE y Microsoft a finales de 1999 que, por ejemplo, permitió que sus sistemas operativos y aplicaciones dejaran de referirse al verbo «formatear» y utilizaran el correcto «dar formato» para referirse al proceso de «inicialización» de los discos.
¿Es una cuestión de edad?
Viéndolo con perspectiva, resulta curioso que la cantidad utilizada de términos técnicos «localizados» incorrectamente del inglés es directamente proporcional a la edad. A mayor edad, mayor uso de términos técnicos pseudo-traducidos.
Resultan habituales entre los programadores y técnicos de sistemas de entornos mainframe (MVS o zOS por ejemplo) verbos como «deletear» o «renamear», o llevar a cabo acciones como hacer «IPL». Todo, pese a ser muy sencillo referirse a eso como borrar, cambiar de nombre o reiniciar el equipo. Es cierto que cada entorno tiene su propia jerga pero, en general, el uso de términos mal traducidos es menor en los entornos creados en la década de los '90 o 2000.
El mismo concepto es denominado de una forma diferente según el entorno. Por ejemplo, una corrección o mejora del sistema operativo se llama Facility en zOS, Service Pack en Windows, Patch en Unix y Linux, Fix Pack en AIX y OS/2 o Update en MacOS, y eso no ayuda demasiado.
Pero la diferencia fundamental es que, en general, las nuevas generaciones de profesionales hablan correctamente o, en el peor de los casos, mezclan el idioma con términos en inglés. No es habitual que hagan traducciones al vuelo del estilo «deletear» un fichero o «alocar» memoria.
Convirtiendo sustantivos en verbos
Para añadir más diversión, se están incorporando nuevos términos que provienen de conceptos que no existían hasta ahora. Es decir, no se trata de traducciones mal hechas sino de conceptos nuevos que son traducidos a las diferentes lenguas siguiendo el curioso mecanismo del Ingles por el que se puede convertir cualquier sustantivo en verbo simplemente añadiendo el to por delante.
Es el caso de «chatear», «bloguear», «tuitear» y hasta «retuitear». Por ejemplo, «tuitear» es ya un verbo común que no proviene de una mala traducción (como es el caso de «deletear») sino de la adaptación a la Lengua de un concepto nuevo (la palabra tweet no existía hace cinco años, salvo que los usuarios de Twitter sean jilgueros). Curioso trabajo tienen por delante las Academias.
Terminando
Evitar este tipo de términos mal traducidos no es tarea simple. Ayer mismo, quizá porque estaba sensible con el asunto, me sorprendí a mi mismo «escalando» un incidente y doy fe que el incidente no tenía parecido alguno con un alpinista. Algún día, con más tiempo, intentaré hacer una recopilación de barbaridades lingüísticas frecuentes.
Si alguien se anima con alguna vamos haciendo fondo de armario... ;-)
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...en la view hay un wizard dentro de las tools. En cualquier caso, no hay que tener know-how sobre databases porque en la user interface se puede hacer el carry de las foreign keys.
La frase me impactó tanto que corrí a escribirla para no olvidarla. Estaba siendo testigo de cómo se puede construir una frase completa con los verbos en un idioma y todos los sustantivos en otro, pese a no haber problema alguno para su traducción. Sin duda, fue toda una experiencia.
Pese a llevar con nosotros la pesada losa de ser un colectivo de mal hablados, de usar constantes términos técnicos, de tener una jerga propia ininteligible,... lo cierto es que con el paso del tiempo hemos ido mejorando. Han ayudado los acuerdos entre los principales fabricantes de software y las diferentes Academias que gestionan la evolución y correcto uso de las diferentes lenguas. Uno muy importante, por su enorme presencia en el software de escritorio, fue el acuerdo entre la RAE y Microsoft a finales de 1999 que, por ejemplo, permitió que sus sistemas operativos y aplicaciones dejaran de referirse al verbo «formatear» y utilizaran el correcto «dar formato» para referirse al proceso de «inicialización» de los discos.
¿Es una cuestión de edad?
Viéndolo con perspectiva, resulta curioso que la cantidad utilizada de términos técnicos «localizados» incorrectamente del inglés es directamente proporcional a la edad. A mayor edad, mayor uso de términos técnicos pseudo-traducidos.
Resultan habituales entre los programadores y técnicos de sistemas de entornos mainframe (MVS o zOS por ejemplo) verbos como «deletear» o «renamear», o llevar a cabo acciones como hacer «IPL». Todo, pese a ser muy sencillo referirse a eso como borrar, cambiar de nombre o reiniciar el equipo. Es cierto que cada entorno tiene su propia jerga pero, en general, el uso de términos mal traducidos es menor en los entornos creados en la década de los '90 o 2000.
El mismo concepto es denominado de una forma diferente según el entorno. Por ejemplo, una corrección o mejora del sistema operativo se llama Facility en zOS, Service Pack en Windows, Patch en Unix y Linux, Fix Pack en AIX y OS/2 o Update en MacOS, y eso no ayuda demasiado.
Pero la diferencia fundamental es que, en general, las nuevas generaciones de profesionales hablan correctamente o, en el peor de los casos, mezclan el idioma con términos en inglés. No es habitual que hagan traducciones al vuelo del estilo «deletear» un fichero o «alocar» memoria.
Convirtiendo sustantivos en verbos
Para añadir más diversión, se están incorporando nuevos términos que provienen de conceptos que no existían hasta ahora. Es decir, no se trata de traducciones mal hechas sino de conceptos nuevos que son traducidos a las diferentes lenguas siguiendo el curioso mecanismo del Ingles por el que se puede convertir cualquier sustantivo en verbo simplemente añadiendo el to por delante.
Es el caso de «chatear», «bloguear», «tuitear» y hasta «retuitear». Por ejemplo, «tuitear» es ya un verbo común que no proviene de una mala traducción (como es el caso de «deletear») sino de la adaptación a la Lengua de un concepto nuevo (la palabra tweet no existía hace cinco años, salvo que los usuarios de Twitter sean jilgueros). Curioso trabajo tienen por delante las Academias.
Terminando
Evitar este tipo de términos mal traducidos no es tarea simple. Ayer mismo, quizá porque estaba sensible con el asunto, me sorprendí a mi mismo «escalando» un incidente y doy fe que el incidente no tenía parecido alguno con un alpinista. Algún día, con más tiempo, intentaré hacer una recopilación de barbaridades lingüísticas frecuentes.
Si alguien se anima con alguna vamos haciendo fondo de armario... ;-)
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Big data y las decisiones instintivas
viernes, 24 de febrero de 2012
Los trabajos relacionados con Big Data van a ser durante 2012, sin duda, algunos de los proyectos estrella en muchísimas compañías. Veremos casos de éxito de big data en proyectos para ubicar la posición exacta de generadores eólicos, el análisis y secuenciación de patrones genéticos para enfermedades concretas, la mejora de motores de todo tipo, predicciones meteorológicas mejoradas, optimización del tráfico en las ciudades, mejora de las ventas de productos en base al análisis del comportamiento de los clientes, optimización de redes de todo tipo,...
Para ello, los sistemas procesarán inmensas (realmente inmensas) bases con un número casi interminable de datos provenientes de diferentes sistemas y sensores. Por primera vez, la potencia de cálculo dejará de ser un freno en la tarea de obtener información partiendo de datos aparentemente disjuntos.
Big data permitirá obtener soluciones óptimas para problemas realmente complejos, algo que el cerebro humano lleva haciendo desde siempre pero de una forma muchísimo más eficiente.
Las decisiones instintivas
El cerebro humano no dispone de la potencia de cálculo en bruto que tienen muchos de los sistemas informáticos actuales y, probablemente por eso o porque prefiere no malgastar esa potencia, ha aprendido a tomar atajos mediante decisiones instintivas.
Lo único que diferencia una decisión instintiva de una más razonada es la inmediatez pero su nivel de acierto rara vez tiene que ver con la suerte o la intuición (entendida ésta como capacidad paranormal). Tiene mucho más que ver con el profundo conocimiento del entorno por parte de quien toma la decisión aún cuando puede que parte de ese conocimiento esté por debajo del nivel de conciencia en el momento clave. Pongamos algunos ejemplos.
Imaginemos que nos plantean la siguiente pregunta: ¿qué ciudad tiene más habitantes Múnich o Düsseldorf? Probablemente, la mayor parte de las respuestas irán del lado de Múnich y acertarán. Pero la inmensa mayoría de las personas no saben que Múnich tiene 1,2 millones de habitantes frente a los 0,5 millones de Düsseldorf (yo lo acabo de comprobar en la Wikipedia).
Entonces, ¿ha sido suerte que la mayoría de las personas instintivamente respondan de forma correcta? En absoluto. El cerebro, a gran velocidad y por debajo del nivel de consciencia ha decidido que ciudad aparece más a menudo en los telediarios, revistas, periódicos, conversaciones de amigos,... y en base a ello ha determinado que la más relevante, la que tiene más notoriedad, debe ser, necesariamente, la más grande. Es decir, el cerebro ataja.
Otro sencillo ejemplo. Los matemáticos (mis colegas de BCAM, por ejemplo) podrían resolver de forma muy rápida y sencilla el cálculo necesario para indicar el lugar exacto donde situarse para coger el frisbee al vuelo. Solo hay que calcular la fuerza de salida, el viento, la gravedad, el momento del giro, la trayectoria, peso e inclinación del disco, la pendiente del suelo si la hay, la altura del receptor,...
Vamos que cualquier persona, incluso con un coeficiente de inteligencia por debajo del umbral de la normalidad, puede combinar todos esos datos en ecuaciones diferenciales, integrales,... y todo ello en una milésima de segundo. Es más, puede hacerlo incluso algún perro si se le entrena adecuadamente.
Pero, un perro no sabe hacer integrales, ¿no? Entonces, ¿como lo hace?
Nuevamente, el cerebro ataja. La decisión inconsciente en este caso es tan simple como mantener constante el ángulo que forma la línea recta entre nuestro ojo y el disco con respecto a la horizontal. Habrá que desplazarse hacia delante o hacia atrás de forma que ese ángulo se mantenga constante a medida que el disco se aproxima. Algo tan simple sustituye a un inmenso conjunto de ecuaciones basado en una legión de datos tomados en tiempo real.
Si la evolución no hubiera inventado estos atajos, probablemente nuestro cerebro se volvería absolutamente loco teniendo que gestionar millones y millones de datos constantemente para tomar decisiones relevantes e incluso a veces irrelevantes.
Entonces, ¿qué hay del big data?
Es verdad que no se pueden sacar conclusiones de lo que no se mide pero también es cierto que medir más de lo estrictamente necesario no implica más información en la toma de decisiones. Es solo un gasto inútil de recursos. La cuestión es cómo encontrar el punto a partir del cual ya no hay que seguir midiendo (la medición masiva es la base del big data).
Puede que ese punto esté muy lejos en decisiones que tienen mucho que ver con la ciencia y la ingeniería y menos con las ramas sociales y las humanidades. Cuesta decirle a un investigador en biotecnología que debe parar de tomar datos. Pero puede que ese punto no esté tan lejos si se trata de decisiones en las que intervienen factores asociados, por ejemplo, con el comportamiento de las personas.
Puede que tomar un mayor número de datos en forma micro-movimientos terrestres y otras múltiples variables sea la diferencia entre prevenir o no prevenir un terremoto. Puede también que analizar con mayor precisión todas las variables que intervienen en el movimiento de un generador eólico sea la diferencia entre una mayor o menor eficiencia energética. Pero es discutible que poner más sensores de humedad en un jardín mejore la eficiencia en el uso del agua de riego. Esto se hace especialmente evidente cuando se analizan algunos proyectos de Smart Cities en los que, probablemente, se superan con creces los niveles de sensorización necesarios para la correcta toma de decisiones. En esos casos, por tanto, se malgastan recursos.
En el fondo, se trata de ver hasta que punto es real la percepción Googleana de la realidad por la que todo lo que ocurre puede ser modelado con un algoritmo matemático (eso es en el fondo su buscador).
Aún con todo, uno no deja de sorprenderse con los increíbles proyectos que están llevando a cabo IBM con su plataforma Netezza o HP con Autonomy. Para cualquiera a quien le guste la tecnología, simplemente alucinantes, con atajos o sin ellos. Supongo que primero haremos las cosas en base a fuerza bruta de cálculo y después iremos aprendiendo a atajar.
Enlaces relacionados:
› Decisiones Instintivas. Gerd Gigerenzer. Editorial Ariel, 2008
› Tons of IT: Hacia una ciudad amable
www.tonsofit.com
Para ello, los sistemas procesarán inmensas (realmente inmensas) bases con un número casi interminable de datos provenientes de diferentes sistemas y sensores. Por primera vez, la potencia de cálculo dejará de ser un freno en la tarea de obtener información partiendo de datos aparentemente disjuntos.
Big data permitirá obtener soluciones óptimas para problemas realmente complejos, algo que el cerebro humano lleva haciendo desde siempre pero de una forma muchísimo más eficiente.
Las decisiones instintivas
El cerebro humano no dispone de la potencia de cálculo en bruto que tienen muchos de los sistemas informáticos actuales y, probablemente por eso o porque prefiere no malgastar esa potencia, ha aprendido a tomar atajos mediante decisiones instintivas.
Lo único que diferencia una decisión instintiva de una más razonada es la inmediatez pero su nivel de acierto rara vez tiene que ver con la suerte o la intuición (entendida ésta como capacidad paranormal). Tiene mucho más que ver con el profundo conocimiento del entorno por parte de quien toma la decisión aún cuando puede que parte de ese conocimiento esté por debajo del nivel de conciencia en el momento clave. Pongamos algunos ejemplos.
Imaginemos que nos plantean la siguiente pregunta: ¿qué ciudad tiene más habitantes Múnich o Düsseldorf? Probablemente, la mayor parte de las respuestas irán del lado de Múnich y acertarán. Pero la inmensa mayoría de las personas no saben que Múnich tiene 1,2 millones de habitantes frente a los 0,5 millones de Düsseldorf (yo lo acabo de comprobar en la Wikipedia).
Entonces, ¿ha sido suerte que la mayoría de las personas instintivamente respondan de forma correcta? En absoluto. El cerebro, a gran velocidad y por debajo del nivel de consciencia ha decidido que ciudad aparece más a menudo en los telediarios, revistas, periódicos, conversaciones de amigos,... y en base a ello ha determinado que la más relevante, la que tiene más notoriedad, debe ser, necesariamente, la más grande. Es decir, el cerebro ataja.
Otro sencillo ejemplo. Los matemáticos (mis colegas de BCAM, por ejemplo) podrían resolver de forma muy rápida y sencilla el cálculo necesario para indicar el lugar exacto donde situarse para coger el frisbee al vuelo. Solo hay que calcular la fuerza de salida, el viento, la gravedad, el momento del giro, la trayectoria, peso e inclinación del disco, la pendiente del suelo si la hay, la altura del receptor,...
Vamos que cualquier persona, incluso con un coeficiente de inteligencia por debajo del umbral de la normalidad, puede combinar todos esos datos en ecuaciones diferenciales, integrales,... y todo ello en una milésima de segundo. Es más, puede hacerlo incluso algún perro si se le entrena adecuadamente.
Pero, un perro no sabe hacer integrales, ¿no? Entonces, ¿como lo hace?
Nuevamente, el cerebro ataja. La decisión inconsciente en este caso es tan simple como mantener constante el ángulo que forma la línea recta entre nuestro ojo y el disco con respecto a la horizontal. Habrá que desplazarse hacia delante o hacia atrás de forma que ese ángulo se mantenga constante a medida que el disco se aproxima. Algo tan simple sustituye a un inmenso conjunto de ecuaciones basado en una legión de datos tomados en tiempo real.
Si la evolución no hubiera inventado estos atajos, probablemente nuestro cerebro se volvería absolutamente loco teniendo que gestionar millones y millones de datos constantemente para tomar decisiones relevantes e incluso a veces irrelevantes.
Entonces, ¿qué hay del big data?
Es verdad que no se pueden sacar conclusiones de lo que no se mide pero también es cierto que medir más de lo estrictamente necesario no implica más información en la toma de decisiones. Es solo un gasto inútil de recursos. La cuestión es cómo encontrar el punto a partir del cual ya no hay que seguir midiendo (la medición masiva es la base del big data).
Puede que ese punto esté muy lejos en decisiones que tienen mucho que ver con la ciencia y la ingeniería y menos con las ramas sociales y las humanidades. Cuesta decirle a un investigador en biotecnología que debe parar de tomar datos. Pero puede que ese punto no esté tan lejos si se trata de decisiones en las que intervienen factores asociados, por ejemplo, con el comportamiento de las personas.
Puede que tomar un mayor número de datos en forma micro-movimientos terrestres y otras múltiples variables sea la diferencia entre prevenir o no prevenir un terremoto. Puede también que analizar con mayor precisión todas las variables que intervienen en el movimiento de un generador eólico sea la diferencia entre una mayor o menor eficiencia energética. Pero es discutible que poner más sensores de humedad en un jardín mejore la eficiencia en el uso del agua de riego. Esto se hace especialmente evidente cuando se analizan algunos proyectos de Smart Cities en los que, probablemente, se superan con creces los niveles de sensorización necesarios para la correcta toma de decisiones. En esos casos, por tanto, se malgastan recursos.
En el fondo, se trata de ver hasta que punto es real la percepción Googleana de la realidad por la que todo lo que ocurre puede ser modelado con un algoritmo matemático (eso es en el fondo su buscador).
Aún con todo, uno no deja de sorprenderse con los increíbles proyectos que están llevando a cabo IBM con su plataforma Netezza o HP con Autonomy. Para cualquiera a quien le guste la tecnología, simplemente alucinantes, con atajos o sin ellos. Supongo que primero haremos las cosas en base a fuerza bruta de cálculo y después iremos aprendiendo a atajar.
Enlaces relacionados:
› Decisiones Instintivas. Gerd Gigerenzer. Editorial Ariel, 2008
› Tons of IT: Hacia una ciudad amable
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¿Adiós al email?
sábado, 17 de diciembre de 2011
Hace unos días un amigo me enviaba información sobre una conferencia organizada por la asociación de antiguos alumnos de la Universidad de Navarra con el sugerente título de El Talking Manager: menos e-mails y más conversaciones.
Es cierto, el email descontextualiza las cosas; tanto que no nos es ajeno el que un mensaje en absoluto malintencionado acabe creando problemas en las compañías. Y tiene aún más problemas ya que el uso del email, cuando es el medio de comunicación prioritario, también tiene una capacidad enorme para reducir la empatía dentro de los grupos de trabajo o entre un jefe y sus colaboradores. Y la empatía es la base de la buena relación que, a su vez, es una de las bases del trabajo en equipo.
Si no hay empatía todo se complica
A nivel fisiológico, la empatía está basada, entre otras cosas, en las neuronas espejo (el término es de Giacomo Rizzolatti), un tipo específico de neuronas que permiten que literalmente podamos ponernos en la piel de otro. Estas neuronas provocan activaciones cerebrales idénticas tanto si se siente algo (frío, calor, hambre, sueño, dolor, amor, angustia, sed...) como si se está observando a alguien que lo siente.
Y no solo ocurre con las emociones, ocurre también con los movimientos ya que el cerebro de quien se mueve y el de quien observa el movimiento se activan de la misma forma. Incluso hay experimentos que demuestran que la activación cerebral de dos pianistas, uno tocando el piano y otro simplemente imaginando que lo toca, son idénticas.
Los neurólogos especulan con que esta capacidad del cerebro de percibir lo que otro siente o hace podría ser una vía que nos ha regalado la evolución para acelerar la adquisición de conocimiento. No es preciso esperar a que nadie nos cuente las cosas porque podemos aprenderlas simplemente con verlas en otros.
Con los mensajes de correo nos perdemos la imagen de las cosas, como mucho tenemos una representación simbólica, con lo que apenas hay activaciones de las neuronas espejo. Esto lleva a una merma importante de empatía y transferencia de conocimiento lo que, en última instancia, reduce el trabajo en equipo. El contacto humano, por tanto, parece fundamental.
Alguien avezado pensará que la solución es la videoconferencia. Pero no, porque la videoconferencia, aún cuando se trate de sistemas avanzados como la Telepresencia de Cisco, no ha conseguido aún que esa capacidad de informar de las neuronas espejo se desarrolle en su totalidad. Está comprobado que no ocurre con la misma intensidad si se está en la escena que si se está detrás de una cámara. Es algo parecido a la diferencia entre ver algo en la televisión o vivirlo en directo (obsérvese el cambio de verbo, de ver a vivir).
Entonces, ¿solo vale la reunión presencial?
Pues no. Este tipo de discusiones ni son nuevas ni han sido originadas por el reciente uso de medios tecnológicos. En sus inicios, Sócrates sostenía que «la tecnología alfabética alteraba la mente de una persona y no para mejor». Esto le llevaba a pensar que el conocimiento debía transferirse de forma oral y no escrita, y a poder ser en forma de poesía para que pudiera ser cantada públicamente.
Finalmente, asediado intelectualmente por Platón, tuvo que reconocer que «el pensamiento filosófico y analítico solo sería posible gracias al efecto de la escritura sobre los procesos mentales». Es decir, daba por buena la idea de que la escritura, que permitía diferir los procesos de exposición y captación de conocimiento, aceleraba la evolución de la humanidad.
Hasta ese momento, el conocimiento avanzaba al ritmo que permitía el hecho de que toda la sabiduría debía transmitirse de forma oral y, por tanto, necesariamente de forma presencial. El medio era, por tanto, síncrono ya que emisor y receptor debían estar en el mismo lugar a la misma hora, algo que la escritura de cartas tradicional y sobre todo los medios tecnológicos recientes (lo de recientes es en términos evolutivos) como el email han mejorado de una forma prodigiosa.
Parece que no hemos avanzado mucho desde los tiempos de Sócrates (y han pasado casi 2.500 años desde su nacimiento) teniendo en cuenta que hay quien sigue promoviendo la transmisión de conocimiento oral como vía prioritaria.
Como casi siempre, en el medio está la virtud
Hace unos meses, durante una visita a la sala EmO de Microsoft, surgió una conversación similar y me contaron las 'normas' internas de la compañía. Habían fijado un día concreto de la semana para realizar todas las reuniones internas, todas aquellas que no tuvieran que ver con los clientes. De esta forma optimizaban su agenda a nivel individual a la vez que, como colectivo, podían realizar reuniones internas con mayor facilidad. Hasta la puesta en marcha de la iniciativa les era casi imposible realizar una reunión interna (y estas también son -muy- importantes) con varias personas porque siempre coincidía con alguna reunión en cliente de alguno de los miembros. Una idea muy simple con grandes resultados.
Algo parecido debería ocurrir con el email. Su uso es bueno ya que permite comunicar algo aún cuando el destinatario no esté disponible en ese instante, es decir, no hace falta que la comunicación sea síncrona lo que sin duda permite optimizar el tiempo. Pero su abuso puede llevar a colapsar las agendas o a intentar dirigir desde el Outlook.
El uso del email es bueno, muy bueno, pero no debe eclipsar la comunicación oral. Ni tampoco al revés. Solo hace falta un poco de sentido común y acordar unas normas básicas de uso. Estaría bien conocer las iniciativas que implantan otras empresas para optimizar el tiempo de las reuniones y asegurar el uso eficiente de sus comunicaciones. Habrá que ponerse manos a la obra porque algo de razón si tiene el Talking Manager.
Para terminar, decir que los tecnólogos somos tan fashion que nos parece de lo más normal que unos quieran eliminar el email con el objetivo de hacer más reuniones presenciales y otros quieran eliminarlo en favor de medios aún más digitales como las redes sociales o blogs, pero de estos últimos hablaremos otro día.
Enlaces relacionados:
› Nicholas Carr, 2010. Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?
› Matt Ridley, 2011. El optimista racional: ¿Tiene límites la capacidad de progreso de la especie humana?
› Alvaro González Alorda, 2011. El Talking Manager: Cómo dirigir personas a través de conversaciones
www.tonsofit.com
Es cierto, el email descontextualiza las cosas; tanto que no nos es ajeno el que un mensaje en absoluto malintencionado acabe creando problemas en las compañías. Y tiene aún más problemas ya que el uso del email, cuando es el medio de comunicación prioritario, también tiene una capacidad enorme para reducir la empatía dentro de los grupos de trabajo o entre un jefe y sus colaboradores. Y la empatía es la base de la buena relación que, a su vez, es una de las bases del trabajo en equipo.
Si no hay empatía todo se complica
A nivel fisiológico, la empatía está basada, entre otras cosas, en las neuronas espejo (el término es de Giacomo Rizzolatti), un tipo específico de neuronas que permiten que literalmente podamos ponernos en la piel de otro. Estas neuronas provocan activaciones cerebrales idénticas tanto si se siente algo (frío, calor, hambre, sueño, dolor, amor, angustia, sed...) como si se está observando a alguien que lo siente.
Y no solo ocurre con las emociones, ocurre también con los movimientos ya que el cerebro de quien se mueve y el de quien observa el movimiento se activan de la misma forma. Incluso hay experimentos que demuestran que la activación cerebral de dos pianistas, uno tocando el piano y otro simplemente imaginando que lo toca, son idénticas.
Los neurólogos especulan con que esta capacidad del cerebro de percibir lo que otro siente o hace podría ser una vía que nos ha regalado la evolución para acelerar la adquisición de conocimiento. No es preciso esperar a que nadie nos cuente las cosas porque podemos aprenderlas simplemente con verlas en otros.
Con los mensajes de correo nos perdemos la imagen de las cosas, como mucho tenemos una representación simbólica, con lo que apenas hay activaciones de las neuronas espejo. Esto lleva a una merma importante de empatía y transferencia de conocimiento lo que, en última instancia, reduce el trabajo en equipo. El contacto humano, por tanto, parece fundamental.
Alguien avezado pensará que la solución es la videoconferencia. Pero no, porque la videoconferencia, aún cuando se trate de sistemas avanzados como la Telepresencia de Cisco, no ha conseguido aún que esa capacidad de informar de las neuronas espejo se desarrolle en su totalidad. Está comprobado que no ocurre con la misma intensidad si se está en la escena que si se está detrás de una cámara. Es algo parecido a la diferencia entre ver algo en la televisión o vivirlo en directo (obsérvese el cambio de verbo, de ver a vivir).
Entonces, ¿solo vale la reunión presencial?
Pues no. Este tipo de discusiones ni son nuevas ni han sido originadas por el reciente uso de medios tecnológicos. En sus inicios, Sócrates sostenía que «la tecnología alfabética alteraba la mente de una persona y no para mejor». Esto le llevaba a pensar que el conocimiento debía transferirse de forma oral y no escrita, y a poder ser en forma de poesía para que pudiera ser cantada públicamente.
Finalmente, asediado intelectualmente por Platón, tuvo que reconocer que «el pensamiento filosófico y analítico solo sería posible gracias al efecto de la escritura sobre los procesos mentales». Es decir, daba por buena la idea de que la escritura, que permitía diferir los procesos de exposición y captación de conocimiento, aceleraba la evolución de la humanidad.
Hasta ese momento, el conocimiento avanzaba al ritmo que permitía el hecho de que toda la sabiduría debía transmitirse de forma oral y, por tanto, necesariamente de forma presencial. El medio era, por tanto, síncrono ya que emisor y receptor debían estar en el mismo lugar a la misma hora, algo que la escritura de cartas tradicional y sobre todo los medios tecnológicos recientes (lo de recientes es en términos evolutivos) como el email han mejorado de una forma prodigiosa.
Parece que no hemos avanzado mucho desde los tiempos de Sócrates (y han pasado casi 2.500 años desde su nacimiento) teniendo en cuenta que hay quien sigue promoviendo la transmisión de conocimiento oral como vía prioritaria.
Como casi siempre, en el medio está la virtud
Hace unos meses, durante una visita a la sala EmO de Microsoft, surgió una conversación similar y me contaron las 'normas' internas de la compañía. Habían fijado un día concreto de la semana para realizar todas las reuniones internas, todas aquellas que no tuvieran que ver con los clientes. De esta forma optimizaban su agenda a nivel individual a la vez que, como colectivo, podían realizar reuniones internas con mayor facilidad. Hasta la puesta en marcha de la iniciativa les era casi imposible realizar una reunión interna (y estas también son -muy- importantes) con varias personas porque siempre coincidía con alguna reunión en cliente de alguno de los miembros. Una idea muy simple con grandes resultados.
Algo parecido debería ocurrir con el email. Su uso es bueno ya que permite comunicar algo aún cuando el destinatario no esté disponible en ese instante, es decir, no hace falta que la comunicación sea síncrona lo que sin duda permite optimizar el tiempo. Pero su abuso puede llevar a colapsar las agendas o a intentar dirigir desde el Outlook.
El uso del email es bueno, muy bueno, pero no debe eclipsar la comunicación oral. Ni tampoco al revés. Solo hace falta un poco de sentido común y acordar unas normas básicas de uso. Estaría bien conocer las iniciativas que implantan otras empresas para optimizar el tiempo de las reuniones y asegurar el uso eficiente de sus comunicaciones. Habrá que ponerse manos a la obra porque algo de razón si tiene el Talking Manager.
Para terminar, decir que los tecnólogos somos tan fashion que nos parece de lo más normal que unos quieran eliminar el email con el objetivo de hacer más reuniones presenciales y otros quieran eliminarlo en favor de medios aún más digitales como las redes sociales o blogs, pero de estos últimos hablaremos otro día.
Enlaces relacionados:
› Nicholas Carr, 2010. Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?
› Matt Ridley, 2011. El optimista racional: ¿Tiene límites la capacidad de progreso de la especie humana?
› Alvaro González Alorda, 2011. El Talking Manager: Cómo dirigir personas a través de conversaciones
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Dominados por la informática doméstica
domingo, 6 de noviembre de 2011
Hace no demasiado tiempo el mercado de TI empresarial se planteaba si estaba siendo absorbido por las tendencias del entorno doméstico, algo que algunos denominaron consumerización de la informática corporativa.
Y una rápida mirada a la prensa especializada en tecnología evidencia que la anunciada consumerización es ya una realidad.
La tecnología nacida en el entorno doméstico y las redes sociales han eclipsado por completo a cualquier otra tecnología empresarial. Por poner un ejemplo, la noticia de que IBM dispone de un prototipo que emula el funcionamiento de la sinapsis cerebral, algo absolutamente extraordinario desde todo punto de vista, compartía espacio, tamaño y tipografía con cambios menores en la interfaz de usuario de sitios web como Facebook o Twitter.
Y no es solo que la interfaz de usuario de Facebook tenga menos importancia que la producción de un chip que es capaz de emular el funcionamiento biológico del cerebro humano (por supuesto, tiene muchísima menos importancia), es que incluso es cuestionable que Facebook sea una empresa tecnológica.
¿Son las empresas sociales realmente empresas tecnológicas?
Facebook es una gran empresa desde el punto de vista social e incluso antropológico. Ha sido capaz de dar con la clave -y los algoritmos- de la forma a la que a los humanos nos gusta relacionarnos y eso tiene un mérito inmenso. Sus datacenters tienen también una gran técnica para mantener un volumen colosal de usuarios con un tiempo de respuesta reducidísimo. Pero como tecnología, Facebook no destaca especialmente; cualquier grupo de estudiantes de grado podría hacer la tecnología del núcleo de Facebook en unas pocas semanas de trabajo (obviamente, sin incluir su enorme ecosistema; únicamente el núcleo, incluyendo el muro, los perfiles, el sistema de solicitud de amistad y el sistema de publicación).
Y lo mismo podría decirse de otras empresas 'tecnológicas' de moda como Flickr, Twitter, Linkedin, Instagram, Foursquare,... En todas ellas se pone de manifiesto que la barrera de entrada de sus competidores no es la tecnología sino su base de usuarios o, como mucho, sus 'algoritmos sociales'.
Volviendo nuevamente a la prensa especializada en tecnología, resulta sorprendente que estas nuevas empresas pseudo-tecnológicas tengan más relevancia mediática (en número de titulares) que IBM, HP, Microsoft, Oracle, Google (excluyendo las de Google+), SAP,...
Todas estas empresas sociales han ayudado a transformar el mundo en muchos aspectos como probablemente nunca antes. Pero decir que Twitter, Linkedin o Facebook son empresas tecnológicas es tanto como decir que los periódicos y las cadenas de televisión también lo son porque mantienen una web donde publican sus noticias y vídeos. Estas últimas tienen presencia en Internet pero su actividad clave está alrededor de las noticias y la comunicación. Lo mismo aplica para la mayor parte de las empresas sociales ya que, aunque están basadas al cien por cien en Internet, el corazón de su negocio no es realmente la tecnología sino las interacciones sociales y la antropología.
Las nuevas generaciones
Se corre el riesgo de que la siguiente generación de profesionales de TI, probablemente la generación de profesionales mejor preparada de la historia por ser la primera integrada por verdaderos nativos digitales, crea que los sistemas de información que mantienen el mundo están basados en redes sociales y las aplicaciones que se construyen a su alrededor.
Tendrán que esforzarse mucho para demostrar que es así -y probablemente lo harán porque tienen la visión necesaria para hacerlo- porque la realidad es que los sistemas de información que mantienen los bancos, las empresas de telecomunicaciones, las compañías de seguros, las de logística, la administración, transporte, manufactura,... poco o nada tienen que ver con las redes sociales.
Obviamente, las empresas usan las redes sociales como herramientas de marketing, promoción, fidelización, comunicación y otras mil cosas más, pero se está aún muy lejos de que los sistemas de información internos de las compañías se socialicen; el core de estos sistemas está, hoy por hoy, completamente al margen de todo eso.
Por terminar con algo positivo, la dominación de la informática doméstica también tiene su lado bueno. La imagen del profesional de TI ha evolucionado desde la persona a la que nadie comprende por utilizar un ininteligible dialecto propio (algo que, tal y como ocurre con la letra de los médicos, denota una enorme endogamia) a ser una persona mucho más normal, quizá un poco geek a veces. Y eso es bueno... creo.
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Y una rápida mirada a la prensa especializada en tecnología evidencia que la anunciada consumerización es ya una realidad.
La tecnología nacida en el entorno doméstico y las redes sociales han eclipsado por completo a cualquier otra tecnología empresarial. Por poner un ejemplo, la noticia de que IBM dispone de un prototipo que emula el funcionamiento de la sinapsis cerebral, algo absolutamente extraordinario desde todo punto de vista, compartía espacio, tamaño y tipografía con cambios menores en la interfaz de usuario de sitios web como Facebook o Twitter.
Y no es solo que la interfaz de usuario de Facebook tenga menos importancia que la producción de un chip que es capaz de emular el funcionamiento biológico del cerebro humano (por supuesto, tiene muchísima menos importancia), es que incluso es cuestionable que Facebook sea una empresa tecnológica.
¿Son las empresas sociales realmente empresas tecnológicas?
Facebook es una gran empresa desde el punto de vista social e incluso antropológico. Ha sido capaz de dar con la clave -y los algoritmos- de la forma a la que a los humanos nos gusta relacionarnos y eso tiene un mérito inmenso. Sus datacenters tienen también una gran técnica para mantener un volumen colosal de usuarios con un tiempo de respuesta reducidísimo. Pero como tecnología, Facebook no destaca especialmente; cualquier grupo de estudiantes de grado podría hacer la tecnología del núcleo de Facebook en unas pocas semanas de trabajo (obviamente, sin incluir su enorme ecosistema; únicamente el núcleo, incluyendo el muro, los perfiles, el sistema de solicitud de amistad y el sistema de publicación).
Y lo mismo podría decirse de otras empresas 'tecnológicas' de moda como Flickr, Twitter, Linkedin, Instagram, Foursquare,... En todas ellas se pone de manifiesto que la barrera de entrada de sus competidores no es la tecnología sino su base de usuarios o, como mucho, sus 'algoritmos sociales'.
Volviendo nuevamente a la prensa especializada en tecnología, resulta sorprendente que estas nuevas empresas pseudo-tecnológicas tengan más relevancia mediática (en número de titulares) que IBM, HP, Microsoft, Oracle, Google (excluyendo las de Google+), SAP,...
Todas estas empresas sociales han ayudado a transformar el mundo en muchos aspectos como probablemente nunca antes. Pero decir que Twitter, Linkedin o Facebook son empresas tecnológicas es tanto como decir que los periódicos y las cadenas de televisión también lo son porque mantienen una web donde publican sus noticias y vídeos. Estas últimas tienen presencia en Internet pero su actividad clave está alrededor de las noticias y la comunicación. Lo mismo aplica para la mayor parte de las empresas sociales ya que, aunque están basadas al cien por cien en Internet, el corazón de su negocio no es realmente la tecnología sino las interacciones sociales y la antropología.
Las nuevas generaciones
Se corre el riesgo de que la siguiente generación de profesionales de TI, probablemente la generación de profesionales mejor preparada de la historia por ser la primera integrada por verdaderos nativos digitales, crea que los sistemas de información que mantienen el mundo están basados en redes sociales y las aplicaciones que se construyen a su alrededor.
Tendrán que esforzarse mucho para demostrar que es así -y probablemente lo harán porque tienen la visión necesaria para hacerlo- porque la realidad es que los sistemas de información que mantienen los bancos, las empresas de telecomunicaciones, las compañías de seguros, las de logística, la administración, transporte, manufactura,... poco o nada tienen que ver con las redes sociales.
Obviamente, las empresas usan las redes sociales como herramientas de marketing, promoción, fidelización, comunicación y otras mil cosas más, pero se está aún muy lejos de que los sistemas de información internos de las compañías se socialicen; el core de estos sistemas está, hoy por hoy, completamente al margen de todo eso.
Por terminar con algo positivo, la dominación de la informática doméstica también tiene su lado bueno. La imagen del profesional de TI ha evolucionado desde la persona a la que nadie comprende por utilizar un ininteligible dialecto propio (algo que, tal y como ocurre con la letra de los médicos, denota una enorme endogamia) a ser una persona mucho más normal, quizá un poco geek a veces. Y eso es bueno... creo.
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Las formas de pago que vienen
sábado, 15 de octubre de 2011
Eran legión quienes durante la burbuja de las punto com, a principios de siglo, pregonaban el final del dinero tal y como lo conocemos, la muerte de las tarjetas de crédito tal y como las entendemos hoy o incluso la desaparición de Visa o Mastercard en favor de nuevos actores como PayPal.
Todo sería digital, totalmente digital y los nuevos tiempos nos traerían nuevas formas de ver el mundo. Un nuevo mundo -Internet- en el que parecía que las tarjetas de crédito y el dinero tradicional no encajaban.
El dinero y el conservadurismo
El dinero no es metal, es confianza impresa*. Existen muy pocas cosas más cobardes y conservadoras que el dinero porque a las personas, por diseño genético, no les gusta el cambio y menos aún si lo que cambia es algo que incide en su situación económica y, por tanto, afecta a su bienestar presente o futuro.
Cuando Bank of America lanzó las tarjetas de crédito en la década de los sesenta los políticos e intelectuales de todo signo y condición las tildaron de poco solidas e inseguras. La BankAmericard permitía a los ciudadanos tomar prestado dinero de ganancias futuras -crédito-, al instante, en cualquier lugar del mundo y únicamente con un trozo de plástico, algo que algunos creían que llevaría al colapso financiero.
Hoy sabemos que la confianza en algo o alguien está directamente relacionado con la cantidad de oxitocina -una hormona mucho más conocida por otra de sus funciones- que nuestro cerebro es capaz de sintetizar y poner en el torrente sanguíneo. Hay experimentos que demuestran que las personas se vuelven más confiadas, incluso irracionalmente confiadas, cuando inhalan esta hormona.
A la banca le ha costado mucho tiempo, dinero y esfuerzo generar en sus clientes la suficiente oxitocina como para convencerles de que el pago mediante tarjeta de crédito era seguro. Han sido muchos años de asumir fraudes con tal de no aparecer en las portadas de los periódicos.
Y en ese contexto, la explosión de Internet se vio como una descomunal amenaza, un nuevo escenario para el que las tarjetas de crédito no estaban preparadas. Surgieron conceptos como el ciberdinero, los intentos de lanzar monedas virtuales -algo así como monedas neutras de Internet-, los métodos de pago como PayPal o más recientemente los Facebook Credits.
Pero todos ellos se han topado siempre con el mismo escollo: en un tiempo en el que el dinero no representa reservas de oro sino simplemente confianza, todos esos medios de pago encuentran que su aceptación masiva se ve frenada por su falta de seguridad. Y da igual que su falta de seguridad sea real o solo percibida, las dos apalean a la confianza que es la base del dinero.
Compañías de tecnología y financieras uniendo fuerzas
Pero por mucho chip EMV que se ponga en los plásticos, algo de cierto había en lo que nos contaban de que las tarjetas de crédito no estaban preparadas para la nueva era. Y eso lo han sabido leer muy bien algunas empresas que han corrido para tomar la iniciativa en el pago mediante NFC.
El teléfono móvil con soporte para NFC será, probablemente, la base de los medios de pago de los próximos años. Podremos (podemos ya de hecho) pagar con el móvil, simplemente acercándolo al lector y tecleando una clave en el propio teléfono. Parece que tras la cámara de fotos, la PDA, la agenda, el GPS,... el teléfono móvil va camino de canibalizar un nuevo gadget: la tarjeta de crédito.
La unión de Google, Mastercard y Citi para conformar Google Wallet ha sido la primera acción coordinada en torno a la tecnología NFC pero no será la última. Hace falta mucha tecnología e innovación en un sector que empieza a mostrar dinamismo -en este caso eso lo aporta Google- pero donde a la vez sigue siendo fundamental mantener la confianza -eso lo aportan Mastercard y Citi-. Paulatinamente irán entrando más bancos, más empresas tecnológicas e incluso compañías de telecomunicaciones. Y tras ellas -o a la vez- vendrán los merchants como Coca-Cola que ya permite el pago mediante NFC en miles de sus máquinas o Renfe que ya ha habilitado 300 tornos con NFC para el pago en billetes de Cercanías.
Basta echar un vistazo a la lista de miembros del NFC Forum (Visa, Mastercard, American Express, Microsoft, Nokia, Samsung, Sony, LG, Google, Intel, Motorola, Barclays, RIM..., por cierto, sorprende no ver a Apple) para darse cuenta de que esta tecnología ha venido para quedarse.
Con un poco de fortuna en la puesta en marcha, se trata del intento definitivo de conceptos fracasados o con escaso éxito como el monedero digital, las tarjetas para el transporte público o los dispositivos prepago de las máquinas de vending, al tiempo que potenciará la adaptación tecnológica de la tarjeta de crédito tradicional. Incluso hay quienes exploran un sinfín de nuevas posibilidades como la sustitución de las llaves (y las smartcards) para la apertura de puertas o su uso en procesos de firma electrónica. Tal vez incluso veamos cómo pasa por encima de la aberración tecnológica que supone el uso de certificados digitales de usuario.
Parece que finalmente los agoreros de la burbuja punto com tenían algo de razón. Algo si va a cambiar: no tendremos que llevar una tarjeta de crédito, bastará con el teléfono móvil. El tiempo dirá si son capaces de hacernos generar la suficiente oxitocina como para confiar en el móvil todo lo que ahora confiamos en nuestro pequeño trocito de plástico.
www.tonsofit.com
* Niall Ferguson. El triunfo del dinero.
Todo sería digital, totalmente digital y los nuevos tiempos nos traerían nuevas formas de ver el mundo. Un nuevo mundo -Internet- en el que parecía que las tarjetas de crédito y el dinero tradicional no encajaban.
El dinero y el conservadurismo
El dinero no es metal, es confianza impresa*. Existen muy pocas cosas más cobardes y conservadoras que el dinero porque a las personas, por diseño genético, no les gusta el cambio y menos aún si lo que cambia es algo que incide en su situación económica y, por tanto, afecta a su bienestar presente o futuro.
Cuando Bank of America lanzó las tarjetas de crédito en la década de los sesenta los políticos e intelectuales de todo signo y condición las tildaron de poco solidas e inseguras. La BankAmericard permitía a los ciudadanos tomar prestado dinero de ganancias futuras -crédito-, al instante, en cualquier lugar del mundo y únicamente con un trozo de plástico, algo que algunos creían que llevaría al colapso financiero.
Hoy sabemos que la confianza en algo o alguien está directamente relacionado con la cantidad de oxitocina -una hormona mucho más conocida por otra de sus funciones- que nuestro cerebro es capaz de sintetizar y poner en el torrente sanguíneo. Hay experimentos que demuestran que las personas se vuelven más confiadas, incluso irracionalmente confiadas, cuando inhalan esta hormona.
A la banca le ha costado mucho tiempo, dinero y esfuerzo generar en sus clientes la suficiente oxitocina como para convencerles de que el pago mediante tarjeta de crédito era seguro. Han sido muchos años de asumir fraudes con tal de no aparecer en las portadas de los periódicos.
Y en ese contexto, la explosión de Internet se vio como una descomunal amenaza, un nuevo escenario para el que las tarjetas de crédito no estaban preparadas. Surgieron conceptos como el ciberdinero, los intentos de lanzar monedas virtuales -algo así como monedas neutras de Internet-, los métodos de pago como PayPal o más recientemente los Facebook Credits.
Pero todos ellos se han topado siempre con el mismo escollo: en un tiempo en el que el dinero no representa reservas de oro sino simplemente confianza, todos esos medios de pago encuentran que su aceptación masiva se ve frenada por su falta de seguridad. Y da igual que su falta de seguridad sea real o solo percibida, las dos apalean a la confianza que es la base del dinero.
Compañías de tecnología y financieras uniendo fuerzas
Pero por mucho chip EMV que se ponga en los plásticos, algo de cierto había en lo que nos contaban de que las tarjetas de crédito no estaban preparadas para la nueva era. Y eso lo han sabido leer muy bien algunas empresas que han corrido para tomar la iniciativa en el pago mediante NFC.
El teléfono móvil con soporte para NFC será, probablemente, la base de los medios de pago de los próximos años. Podremos (podemos ya de hecho) pagar con el móvil, simplemente acercándolo al lector y tecleando una clave en el propio teléfono. Parece que tras la cámara de fotos, la PDA, la agenda, el GPS,... el teléfono móvil va camino de canibalizar un nuevo gadget: la tarjeta de crédito.
La unión de Google, Mastercard y Citi para conformar Google Wallet ha sido la primera acción coordinada en torno a la tecnología NFC pero no será la última. Hace falta mucha tecnología e innovación en un sector que empieza a mostrar dinamismo -en este caso eso lo aporta Google- pero donde a la vez sigue siendo fundamental mantener la confianza -eso lo aportan Mastercard y Citi-. Paulatinamente irán entrando más bancos, más empresas tecnológicas e incluso compañías de telecomunicaciones. Y tras ellas -o a la vez- vendrán los merchants como Coca-Cola que ya permite el pago mediante NFC en miles de sus máquinas o Renfe que ya ha habilitado 300 tornos con NFC para el pago en billetes de Cercanías.
Basta echar un vistazo a la lista de miembros del NFC Forum (Visa, Mastercard, American Express, Microsoft, Nokia, Samsung, Sony, LG, Google, Intel, Motorola, Barclays, RIM..., por cierto, sorprende no ver a Apple) para darse cuenta de que esta tecnología ha venido para quedarse.
Con un poco de fortuna en la puesta en marcha, se trata del intento definitivo de conceptos fracasados o con escaso éxito como el monedero digital, las tarjetas para el transporte público o los dispositivos prepago de las máquinas de vending, al tiempo que potenciará la adaptación tecnológica de la tarjeta de crédito tradicional. Incluso hay quienes exploran un sinfín de nuevas posibilidades como la sustitución de las llaves (y las smartcards) para la apertura de puertas o su uso en procesos de firma electrónica. Tal vez incluso veamos cómo pasa por encima de la aberración tecnológica que supone el uso de certificados digitales de usuario.
Parece que finalmente los agoreros de la burbuja punto com tenían algo de razón. Algo si va a cambiar: no tendremos que llevar una tarjeta de crédito, bastará con el teléfono móvil. El tiempo dirá si son capaces de hacernos generar la suficiente oxitocina como para confiar en el móvil todo lo que ahora confiamos en nuestro pequeño trocito de plástico.
www.tonsofit.com
* Niall Ferguson. El triunfo del dinero.
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Manu
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Viena, Austria
Consumerización de la Informática Corporativa
jueves, 23 de septiembre de 2010
Es jueves 23 de septiembre de 2010 a las 20:30. A esa hora, tras una larga y apasionada jornada de trabajo coincides con la vecina del segundo en el ascensor, María. Nuestra vecina tiene un hijo de doce años al que recientemente le han comprado un ordenador nuevo ya que, según María, 'en el anterior ya no le cabía Internet'.
Tras los saludos y las conversaciones clásicas de ascensor, de repente, María nos pregunta: 'por cierto, tú que te dedicas a esto de los ordenadores, ¿no podrías echarle una mano a mi hijo? Tiene problemas con el feisbuc y creo que ha intentado meter algo en su tuiter pero le dice no sé qué de que está en la nube; es que este hijo mío... está siempre en babia'.
En ese momento, la primera reacción es decirle amablemente a nuestra vecina que sí, que nos dedicamos a 'cosas relacionadas con los ordenadores' pero más centradas en el uso profesional y no en las tareas propias de un usuario doméstico. A cosas serias vamos.
(Inciso - otra posible respuesta sería: 'señora, su marido es mecánico y yo nunca le pediría que me arreglase el coche gratis', pero no es de eso de lo que hablamos hoy).
Antes de que nuestra amígdala gane la batalla a la respuesta cabal generada en el cortex, preguntémonos ¿son menos serias las aplicaciones que usa un usuario doméstico? Reconstruyamos los hechos.
Desde hace unos años se está produciendo un fenómeno que puede denominarse Consumerización de la informática corporativa, según el cual cada vez hay menos diferencias entre el mercado empresarial y el mercado de consumo. Aplicaciones que hace unos años estaban en el ámbito personal tales como las redes sociales (Facebook, Twitter, MySpace, Tuenti,...), los blogs como Blogger o WordPress, los correos web como Hotmail o Gmail, las llamadas por Internet como Skype o las herramientas de generación de mapas como Google Maps o Bing Maps han pasado de repente a tener un enorme foco dentro de los sistemas informáticos empresariales. Veamos algunos ejemplos.
Hay quien ve en Facebook, con sus 500 millones de usuarios, una maravillosa herramienta para el marketing one to one y de masas, las ventas, el soporte post-venta,... Vaya, que casualidad, justamente a una parte de eso antes le llamábamos CRM. Uff, que decepción con el empaque que daba hablar de un CRM.
Por su parte, el mismo blog donde el hijo de nuestra vecina contaba sus andanzas es ahora 'leído' de forma automática por las empresas de análisis de opinión para determinar la valoración en el mercado de productos, ideas o personas. Estos analistas de mercados tienen a su disposición muchísima más información de la que nunca pudieron soñar y además la tienen gratis porque nosotros mismos la subimos a Internet porque nos apetece hacerlo. Otras empresas, ven en los blogs una forma muy directa, eficaz y barata de comunicarse con sus clientes.
Al correo web de toda la vida sobre Hotmail que utilizaba el hijo de nuestra vecina ahora le llamamos correo en la nube y todo el mundo está obsesionado en contarnos las ventajas de este modelo. Y las tiene, pero son las mismas ventajas que nuestro vecino ha estado disfrutando, sin saberlo, desde hace casi una década.
En cuanto a las llamadas por Internet, nuestro vecino usaba desde hace años Skype para hablar con sus amigos sin que le costase más dinero que el coste de su conexión de banda ancha. Los fabricantes IT del mundo empresarial descubren las ventajas del protocolo SIP y empaquetan todo eso junto con el correo y alguna cosita más y pasan a llamarle Unified Communications. Cualquiera le explica al pobre vecino que ese anglicismo técnicamente es poco más que el Skype que lleva usando años.
Por último, los mismos Google Maps o Bing Maps que nuestra vecina usaba para estudiar la ruta de sus próximas vacaciones son ahora usados por agencias de viajes, hoteles o empresas logísticas, muy serias ellas, y en general por cualquier empresa que tenga necesidad de geo-referenciar un dato.
Por lo tanto, antes de responder a nuestra vecina que nosotros nos dedicamos a cosas serias deberíamos tener en cuenta dos reflexiones.
La primera es que la consumerización provoca que eso que antes preguntaba nuestra vecina ahora lo empiece a preguntar nuestro Director General (en mayúsculas, que impone más). Por lo tanto, debemos entender que todas las herramientas que antes considerábamos exclusivamente del ámbito doméstico forman ya parte del perímetro de cosas que hay que conocer para poder realizar nuestro trabajo.
La segunda reflexión es que si el fenómeno de consumerización no cesa, y nada apunta a que lo vaya a hacer, no solo debemos conocer las herramientas informáticas que usa con asiduidad nuestra vecina sino que debemos estar atentos a sus variaciones y evoluciones porque tal vez lo que ahora comienza a usar de forma un tanto caótica dentro de tres o cinco años sea un estándar en la informática empresarial. Quizá no perdiendo de vista a nuestra vecina podamos llegar a ser early adopters de alguna nueva tecnología que recién llegue a la 'informática de los mayores'.
Y además una tercera. Queda muy feo que el director general cuestione su informática porque los técnicos no saben sacar partido a las herramientas que hasta su hijo usa todos los días... hiere el orgullo.
Tras los saludos y las conversaciones clásicas de ascensor, de repente, María nos pregunta: 'por cierto, tú que te dedicas a esto de los ordenadores, ¿no podrías echarle una mano a mi hijo? Tiene problemas con el feisbuc y creo que ha intentado meter algo en su tuiter pero le dice no sé qué de que está en la nube; es que este hijo mío... está siempre en babia'.
En ese momento, la primera reacción es decirle amablemente a nuestra vecina que sí, que nos dedicamos a 'cosas relacionadas con los ordenadores' pero más centradas en el uso profesional y no en las tareas propias de un usuario doméstico. A cosas serias vamos.
(Inciso - otra posible respuesta sería: 'señora, su marido es mecánico y yo nunca le pediría que me arreglase el coche gratis', pero no es de eso de lo que hablamos hoy).
Antes de que nuestra amígdala gane la batalla a la respuesta cabal generada en el cortex, preguntémonos ¿son menos serias las aplicaciones que usa un usuario doméstico? Reconstruyamos los hechos.
Desde hace unos años se está produciendo un fenómeno que puede denominarse Consumerización de la informática corporativa, según el cual cada vez hay menos diferencias entre el mercado empresarial y el mercado de consumo. Aplicaciones que hace unos años estaban en el ámbito personal tales como las redes sociales (Facebook, Twitter, MySpace, Tuenti,...), los blogs como Blogger o WordPress, los correos web como Hotmail o Gmail, las llamadas por Internet como Skype o las herramientas de generación de mapas como Google Maps o Bing Maps han pasado de repente a tener un enorme foco dentro de los sistemas informáticos empresariales. Veamos algunos ejemplos.
Hay quien ve en Facebook, con sus 500 millones de usuarios, una maravillosa herramienta para el marketing one to one y de masas, las ventas, el soporte post-venta,... Vaya, que casualidad, justamente a una parte de eso antes le llamábamos CRM. Uff, que decepción con el empaque que daba hablar de un CRM.
Por su parte, el mismo blog donde el hijo de nuestra vecina contaba sus andanzas es ahora 'leído' de forma automática por las empresas de análisis de opinión para determinar la valoración en el mercado de productos, ideas o personas. Estos analistas de mercados tienen a su disposición muchísima más información de la que nunca pudieron soñar y además la tienen gratis porque nosotros mismos la subimos a Internet porque nos apetece hacerlo. Otras empresas, ven en los blogs una forma muy directa, eficaz y barata de comunicarse con sus clientes.
Al correo web de toda la vida sobre Hotmail que utilizaba el hijo de nuestra vecina ahora le llamamos correo en la nube y todo el mundo está obsesionado en contarnos las ventajas de este modelo. Y las tiene, pero son las mismas ventajas que nuestro vecino ha estado disfrutando, sin saberlo, desde hace casi una década.
En cuanto a las llamadas por Internet, nuestro vecino usaba desde hace años Skype para hablar con sus amigos sin que le costase más dinero que el coste de su conexión de banda ancha. Los fabricantes IT del mundo empresarial descubren las ventajas del protocolo SIP y empaquetan todo eso junto con el correo y alguna cosita más y pasan a llamarle Unified Communications. Cualquiera le explica al pobre vecino que ese anglicismo técnicamente es poco más que el Skype que lleva usando años.
Por último, los mismos Google Maps o Bing Maps que nuestra vecina usaba para estudiar la ruta de sus próximas vacaciones son ahora usados por agencias de viajes, hoteles o empresas logísticas, muy serias ellas, y en general por cualquier empresa que tenga necesidad de geo-referenciar un dato.
Por lo tanto, antes de responder a nuestra vecina que nosotros nos dedicamos a cosas serias deberíamos tener en cuenta dos reflexiones.
La primera es que la consumerización provoca que eso que antes preguntaba nuestra vecina ahora lo empiece a preguntar nuestro Director General (en mayúsculas, que impone más). Por lo tanto, debemos entender que todas las herramientas que antes considerábamos exclusivamente del ámbito doméstico forman ya parte del perímetro de cosas que hay que conocer para poder realizar nuestro trabajo.
La segunda reflexión es que si el fenómeno de consumerización no cesa, y nada apunta a que lo vaya a hacer, no solo debemos conocer las herramientas informáticas que usa con asiduidad nuestra vecina sino que debemos estar atentos a sus variaciones y evoluciones porque tal vez lo que ahora comienza a usar de forma un tanto caótica dentro de tres o cinco años sea un estándar en la informática empresarial. Quizá no perdiendo de vista a nuestra vecina podamos llegar a ser early adopters de alguna nueva tecnología que recién llegue a la 'informática de los mayores'.
Y además una tercera. Queda muy feo que el director general cuestione su informática porque los técnicos no saben sacar partido a las herramientas que hasta su hijo usa todos los días... hiere el orgullo.
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Manu
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