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Microsoft: el mayor impulsor del software libre



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Lo sé, el título del post puede sonar a amarillismo o tal vez me he vuelto loco pero si siguen leyendo tres minutos más intentaré demostrar que lo primero no es cierto (o no del todo) y tal vez tenga suerte con lo segundo.

Partiendo de la base de que se tienen claras las libertades básicas del software libre (libertad para usar, estudiar, distribuir y mejorar) y que se tiene claro que software libre no tiene relación biunívoca con software gratuito, empecemos (si no fuera así recomiendo la lectura previa de wikipedia en su entrada sobre software libre).

El software libre suele denominarse también Open Source cuyo desarrollo está impulsado por la Open Software Initiative. Si bien ambos términos no son exactamente sinónimos desde el punto de vista filosófico (el primero hace referencia a planteamientos éticos y morales mientras que Open Source se centra únicamente en aspectos técnicos) son completamente equivalentes desde el punto de vista práctico y, de hecho, ambos movimientos trabajan juntos en el desarrollo de proyectos.

Un poquito de historia (la justa para poner en contexto)

Independientemente del momento en que cada uno apareció en escena existen dos personas claves en el desarrollo del software libre. La primera es Richard Stallman, creador del concepto de software libre y de la fundación que lo promueve. La segunda, como no, es Linus Torvalds, creador original e impulsor del sistema operativo Linux cuyo desarrollo fue la pieza angular del crecimiento y potenciación de los conceptos de software libre y código abierto.

En el caso de Stallman, la historia cuenta que a mediados de los años 80, cuando el software comenzaba a tener restricciones de uso (hasta entonces era desarrollado y compartido fundamentalmente en las  universidades y en una industria absolutamente incipiente), el laboratorio en el que él trabajaba recibió una impresora como donativo. El software que gestionaba esta impresora presentaba algunas carencias que el propio Stallman se ofreció a solventar de manera desinteresada y para ello solicitó el código fuente a la empresa que comercializaba el software. Pese a que su interés no era lucrativo (únicamente quería solventar los problemas del software y estaba dispuesto a donar las mejoras a la empresa propietaria) la respuesta que recibió fue negativa y por ello, en 1984, Stallman comenzó a trabajar en el proyecto GNU, y un año más tarde fundó la Free Software Foundation introduciendo una definición para free software y el concepto de copyleft como mecanismo para dar a los usuarios las libertades citadas en el punto anterior y para restringir las posibilidades de apropiación del software.

Linus Torvalds es el creador del primer núcleo del sistema operativo Linux. Este germen de software, que en su momento tenía no más de 10.000 líneas de código, consta en la actualidad de más de 30 millones y es el exponente máximo de la corriente de software alternativo al de las firmas de software convencionales. Aunque Linus es el autor de no más del 2% de Linux se le sigue considerando el padre del sistema operativo y su persona es un referente para toda la comunidad de software libre.

La razón fundamental para el desarrollo de Linux, según el propio Torvalds, fue su ímpetu por la investigación y la búsqueda de una alternativa al sistema operativo Minix (variante de UNIX con fines educativos). No obstante, en la actualidad, lejos de ser un competidor para UNIX, se ha convertido en el referente de los sistemas operativos junto a Microsoft Windows.

¿Por qué nace el software libre?

Como se vio en el punto anterior, el software libre nace como rechazo al intento de privación de acceso a la propiedad intelectual, máxime cuando este acceso no estaba acompañado del correspondiente ánimo de lucro sino únicamente mejorar lo ya existente.

En este sentido, Free Software Foundation (no tanto Open Source Initiative) considera el software libre como un competidor del capitalismo, una forma de anarquismo práctico donde el copyright es una restricción del legislador sobre los mercados. De hecho, gran parte de las implicaciones políticas y económicas del software libre hacen alusión a varios conceptos y principios de claros tintes socialistas y anarquistas. Y aunque sería un despropósito pensar que el software libre solo tiene aceptación en función de  corrientes políticas (es un fenómeno a escala mundial) no pasa desapercibido el que cuatro de los diez países que más claramente lo apoyan a nivel institucional sean Brasil, Cuba, Venezuela y China.

Este tipo de razonamientos explican en gran parte los orígenes del software libre pero resulta difícil pensar que su enorme desarrollo se deba a elevados niveles de altruismo a nivel mundial o al gusto por los sistemas mutualistas o cooperativistas (formas asociativas muy similares al modo en que se organizan las comunidades de software libre).

Pero entonces, ¿qué ha provocado el enorme auge de este tipo de creación de software? Para intentar dar respuesta a esta cuestión se centrará el estudio en Linux dado que muchas de las respuestas serán posteriormente extrapolables al conjunto del software libre.

Los gurús nos aseguran que en todos los mercados maduros existen siempre tres tipos de actores: el líder, el retador y los peleles. Entre los dos primeros se reparten la mayor parte de la cuota de mercado siendo los peleles dueños de un porcentaje mínimo que habitualmente está asociado a nichos.

Observando el mercado de los sistemas operativos a mediados de los ’90 se constata el enorme crecimiento de Microsoft Windows en cuanto a licencias y cuota de mercado, lo que provocaba un considerable retroceso del resto de competidores. Así, Microsoft consiguió sacar del mercado a sistemas operativos como IBM OS/2, Novell Networks, Banyan Vines,… reduciendo al mismo tiempo la cuota de la mayor parte de los sistemas operativos derivados de UNIX en el mercado en el que en esos años Windows era su competencia (gama media-baja en aquellos momentos). Es decir, Windows estaba constituyéndose como el líder del mercado de sistemas operativos de usuario y de red para entornos de computación medio o bajo.

En esta coyuntura el panorama se pintaba de forma que existía un claro líder pero ¿y el retador? Nadie en la industria del software había conseguido pasar de pelele frente a Windows dado que las cuotas de mercado y aceptación de sus competidores estaban bajo mínimos. Esta estrategia, que podría parecer la ideal para cualquier empresa, maximizando las ventas y por tanto los beneficios, no tardaría en cobrar su peaje a Microsoft.

En la medida en que nadie en la industria de TI era capaz de plantear una alternativa razonable al monopolio de Windows 95/98 y Windows NT y posteriormente al ya omnipresente Windows 2000, las comunidades de software libre tomaron el testigo haciendo evolucionar a Linux hasta posicionarlo como un retador creíble. Es decir, dado que los competidores convencionales no eran capaces de hacer sombra a Windows, apareció la mano invisible (Adam Smith) de la economía reordenando el mercado. Aparecía de este modo un nuevo jugador o, mejor dicho, un nuevo tipo de jugador: el de los fabricantes de software no alineados.

La postura inicial de Microsoft (durante más de 15 años ha sido así) fue la de ningunear a Linux haciendo como si no existiese -no aparece referencia alguna a Linux en los documentos públicos de Microsoft hasta bien entrada la primera década del siglo XXI-.  Parafraseando a Peter Drucker en un texto que bien podría haber sido escrito pensando en la lucha entre Microsoft y Linux los grandes fabricantes y proveedores que predominan en el mercado y que han tenido éxito sin cuestionamiento durante muchos años tienden a ser arrogantes. Al principio, descartan al competidor recién llegado por insignificante y aficionado. Pero incluso cuando ese recién llegado consigue una parte cada vez más grande del negocio, les cuesta trabajo movilizarse para reaccionar. Esto, unido a la animadversión propia hacia los monopolios, no hizo sino echar leña al fuego de la comunidad de software libre.

En resumen, una de las causas principales del repentino y vertiginoso crecimiento de Linux se debe a la no existencia de competencia. Microsoft se erigió como un monopolio de hecho y, aunque es fácil decirlo a posteriori, no supo gestionar adecuadamente su inmejorable posición de liderazgo. Sus tácticas comerciales y de marketing, en ocasiones al límite de la legalidad, asfixiaron hasta tal punto a sus competidores que permitieron la irrupción de un jugador que desequilibraba y no se ajustaba a las estrategias habituales del mercado.

En palabras, nuevamente, de Drucker: Hay una máxima posición de mercado por encima de la cual puede no ser aconsejable colocarse, incluso sin leyes antimonopolio. El dominio del mercado tiende a adormecer al líder y produce una tremenda resistencia interna a cualquier innovación y, por eso, hace sumamente difícil adaptarse al cambio. Y existe también una resistencia muy bien fundada a depender de un proveedor dominante. A nadie le gusta estar a merced de un proveedor monopolista.

No resulta raro que el slogan defensivo de Microsoft frente a las demandas anti-monopolio fuese el de Freedom to innovate, queriendo indicar, es de suponer,  un cambio de estrategia por el cual se abanderaba la innovación como forma de luchar contra la autocomplacencia que provocan las situaciones monopolísticas.

Volviendo al dominio del mercado, obviamente, Microsoft superó ampliamente la posición óptima en varios ámbitos, entre ellos el de los sistemas operativos de equipos de sobremesa, el de los navegadores de Internet y el de las herramientas ofimáticas, donde el dominio llegó a estar –y en algún caso aún está- por encima del 95% del mercado.

Quizá por ello la historia de Linux y su crecimiento es extrapolable en gran medida a muchas otras iniciativas del software libre como el entorno de desarrollo de software Eclipse frente a Microsoft Visual Studio, el navegador de Internet Firefox frente a Microsoft Internet Explorer o la suite ofimática OpenOffice frente a Microsoft Office. En este último caso, la aparición de la suite ofimática de software libre respondía a la desaparición del mercado de suites comerciales como IBM Lotus SmartSuite o paquetes muy populares en su momento como Wordperfect. Nuevamente, la capacidad de Microsoft para llevar al límite las teorías darwinianas en las que solo uno puede sobrevivir propició la aparición de alternativas no previstas, en parte debido a una variante inesperada de la mano invisible.

Otras muchas iniciativas del software libre, en su mayor parte posteriores, han nacido asociadas al notable éxito cosechado por Linux y casi siempre con Microsoft como enemigo irreconciliable. Esto no es casual dado que, con motivos o sin ellos, Microsoft está posicionado como el referente en el polo opuesto a las teorías que promueven las comunidades de Open Source (aunque últimamente Oracle, tras la compra de Sun, parece querer desbancarle de ese dudoso honor tras la retirada de Open Solaris o la demanda contra Google por la patente de Java).

Resumiendo, el auge del software libre se reparte a partes iguales entre una agresiva política comercial y tecnológica de Microsoft frente a sus competidores y a la más absoluta incapacidad del resto del mercado para hacerle sombra tanto técnica como comercialmente.

Volviendo al presente

Para demostrar la teoría anterior analicemos un mercado: el de los sistemas operativos para dispositivos móviles. Hace diez años todo el mundo apostaba por Linux como competidor de Microsoft en el mercado de los dispositivos móviles. De hecho, no había más jugadores, solo estaban Microsoft con Windows Mobile y Linux con su micro-kernel para dispositivos de bolsillo. Hoy en día hay alternativas comerciales a Windows Mobile (Android de Google e iOS en el iPhone de Apple) que incluso le superan ampliamente en cuota de mercado.
¿Alguien se acuerda ya de Linux en teléfonos móviles? La respuesta: nadie, porque Linux tras muchos años intentándolo no pasa de un pírrico 3% de cuota de mercado en este tipo de dispositivos (Ver apartado de Cuota de Mercado en este post).

Otro ejemplo. Durante años la única competencia de Microsoft Office ha sido una iniciativa bastante poco exitosa: Open Office. Esto se produce por la manifiesta incapacidad del mercado para hacer sombra a Microsoft en el segmento ofimático, especialmente por parte de IBM con SmartSuite y Novell con GroupWise (antes WordPerfect).
Hoy en día hay un nuevo actor en escena, Google Apps, con un planteamiento disruptivo en la nube que parece si ser capaz al menos de plantar cara a Microsoft. Apuesto (y no tengo absolutamente ningún dato que lo respalde, es pura intuición) a que Google Apps tendrá más base instalada en 2011 que Open Office en toda su historia.

Lo mismo podría decirse, por qué no, de Mozilla, Internet Explorer y Chrome. En definitiva, aunque como en todo hay algunas honrosas excepciones (quizá Apache sea una), parece claro que cada vez que aparece un competidor digno en el mercado se relega al software libre -al de verdad, no al financiado o auspiciado por empresas concretas- a sus cuarteles de invierno.

Después de todo esto, ¿aún siguen pensando que el título del post es sensacionalista?

To be continued...

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